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Lino Monanegi

"Dame de tu noche" y "Las sirenas; cosas son de lo oscuro"

A Mónica Inés


DAME DE TU NOCHE la primer hora anochecida

—quizá valga la pena.


Ahora que el silencio se desliza entre regatos

lo que me importa del mundo

se enciende dentro de tu boca

e ilumina tenue (con la luz entumecida de la culpa)

las manos de mis muñecas desprendidas

que idiotas buscan calor bajo tu ropa.


Yo no tengo nada que sea mío,

pero algo buscaré para entregarte:


los ojos convenientes de este gato

el aire siempre exacto en mi avenida

un espejo inmune a la semejanza

dos mitades del Guazacualco

y un sabor que guardé bajo mi lengua desde niño.


 



LAS SIRENAS; cosas son de lo oscuro


En su Bestiario de amor,[1] Richard de Fournival, afirma que “Hay, en efecto, tres especies de sirenas, dos de las cuales son mitad mujer y mitad pez, la tercera es mitad mujer y mitad pájaro”.[2] No, aclara nada, sin embargo, en la composición anatómica de ninguna de estas tres especies; no nos dice cómo se empalman las dos mitades de la sirena que dan unidad a su cuerpo pisciforme en el caso de las dos primeras. Vale la pena recordar la obra de René Magrite, “La invención colectiva”,[3] donde el surrealista propone una imagen distinta de la ninfa marina; la sirena de Magrite yace encallada en la frontera donde la playa divide su territorio entre la arena y el mar, y su doble anatomía se compone con el dorso y cabeza de pez, y deja la mitad inferior de su cuerpo a las piernas, sexo y caderas de mujer.


Regresando a la entrada que Fournival dedica a la mítica criatura, menciona, como aclaración, que las tres especies hacen música: “una tocando la trompeta, la otra el arpa y la tercera cantando”. Más allá de eso nada aclara. La tercera especie de sirena se ha desvanecido al tiempo que la imagen de doncella marina se ha ido fijando en el imaginario colectivo de occidente.


En sus orígenes las sirenas fueron descritas como aves acuáticas o rapaces con cabeza de mujer o de hombres barbados. Los atributos simbólicos de la sirena, todos relacionados a la naturaleza femenina, han relegado la posibilidad de representarla como un hombre. Ahora mismo me parece más interesante desmontar este paradigma que reiterar sus valores tradicionales, pues como bien nos advierte Salvador Elizondo, en su “Aviso”:


Sabedlo, navegantes: el canto de las sirenas es estúpido y monótono, su conversación aburrida e incesante; sus cuerpos están cubiertos de escamas, erizados de algas y sargazo. Su carne huele a pescado.[4]


La sirena que propongo en los versos del poema toma por modelo al Diablo Negro ―Melanocetus johnsonii― un pez abisal con un órgano en forma de caña que le nace de la nariz, y que se abulta al final, dando forma a un botón (a un glande) bioluminiscente que se enciende como anzuelo para atraer a sus presas. Y toma por motivo la búsqueda y encuentro sexual entre hombres al amparo de la noche, de una noche simbólica. Las sirenas del poema, mis sirenas; en palabras de Gerardo Deniz, “Cosas son de lo oscuro”.[5] Por ello proceden del abismo, de un lugar profundo y oscuro: de la zona abisal,[6] nivel oceánico donde la luz solar no llega. Y donde se conjuran peces nigromantes y carnívoros que se valen del espejismo de sus cuerpos y órganos bioluminiscentes[7] para la caza quieta y callada amparada en su oceánica noche.


Hay noches que se confunden abisales, que se abandonan de la luz.

Noches de sirenas con el pene pisciforme, bioluminiscente,

que hacen sonar su luz en la negrura disfótica ―como un

señuelo, digamos― para atraer con artificio

a los otros peces que, presas del engaño, por la boca mueren;

cautivos con los cantos de esta luz

(que se derrama seminal).

Ciegos del ardid de las sirenas, ocultas y enamoradas de lo negro;

sirenas dentadas como bagres. Siniestras, pardas o invisibles.

Que seducen y atan la lengua a su verga.



 

[1] Título original: Bestiaire d'amour, la obra más conocida Richard de Fournival, data del siglo xiv. Es un singular bestiario que reúne una serie de prosas líricas donde el poeta se vale de la tradición de los bestiarios de su época; la época medieval, para decirle a su amada lo que por ella siente. Tanto el amor que en él ha hecho nacer como los sentimientos que le provoca su rechazo. Las citas a esta obra de Fournival corresponden a la edición que tradujo Rafael Antúnez, para la colección Cuartel de Invierno, editada por la Universidad Veracruzana y que fue publicada en el año 2012. [2] Así como Fournival, el oceanógrafo y académico Karl Banse, en su maravilloso estudio “Mermaids, their biology, culture and demise”, apunta que existieron tres especies conocidas de sirenas: Sirena sirena, del mar Mediterráneo, Sirena indica, del mar Caribe y la Sirena erythraea, de los mares Rojo, Arábigo e Indonesio. El artículo de Banse de interés y divulgación científica, toma como objeto de estudio a las sirenas, e imagina, con imaginación cientificista, la naturaleza biológica, sus características antropológicas y recrea la historia de esta especie mítica. [3] Titulo original: L'invention collective, es una pieza al óleo, pintada por René Magrité en 1934.

[4] “Aviso” es un microrrelato incluido en El grafógrafo, de Salvador Elizondo, editado en México en el año 1972 por Joaquín Mortiz. [5] Este verso corresponde a la última estrofa del poema “Hueledenoche”, de Gerardo Deniz: “Ante las fronteras pernocta el mar y por su piel salada / discurren ciertos signos, / dédalos de algas pardas. / Cosas son de lo oscuro”. El poema fue publicado originalmente dentro de su poemario Adrede, editado en México en el año 1970 por Joaquín Mortiz. [6]La zona abisal o zona abisopelágica es el cuarto nivel, de los 5 en los que está dividido el océano según su profundidad; piélago, zona mesopelágica, zona batial, zona abisal y zona hadal. Corresponde al espacio oceánico entre 4000 y 6000 metros de profundidad. En el poema también aparece la palabra disfótica, su uso tiene la intención de connotar, y reiterar, la penumbra en la que habitan las sirenas del poema. [7]La bioluminiscencia es un proceso a través del cual, determinados organismos vivos producen luz, resultado de una reacción bioquímica en la que comúnmente interviene una enzima llamada luciferasa. La reacción sucede de la siguiente manera: el oxígeno oxida el sustrato (una proteína llamada luciferina); la luciferasa acelera la reacción, y el atp proporciona la energía para la reacción, produciéndose agua y luz, la cual es muy notoria durante la noche y en la oscuridad.


 

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