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  • Karla Orduña Castañeda

Un panorama representativo sobre la tecnología y su implicación en la educación superior a distancia


Los recursos tecnológicos y el proceso educativo


En las últimas décadas las tecnologías han permitido propiciar aprendizajes a través de la interacción, con ellas se rompe la visión aislada, de soledad y de escasa interacción social, además ofrecen estrategias colaborativas gracias a los ambientes virtuales, como los correos electrónicos, los recursos multimedia, las plataformas, videoconferencias, entre otros.


También forman parte de la vida cotidiana del ser humano, incluso las generaciones adultas las han adoptado y aprenden a utilizarlas para comunicarse con los demás en donde se generan nuevos procesos de comunicación. Por consiguiente, la formación educativa se ve obligada a incorporar este elemento como herramienta de apoyo y complementariedad, es decir, la tecnología educativa.


No obstante, los resultados de un estudio reflejaron que la mayoría de los estudiantes desconoce los recursos de aprendizaje que se encuentran en internet a pesar de ser usuarios constantes del mismo. Estos datos muestran la ausencia de formación en el uso de los recursos digitales en la educación superior a distancia, por otro lado, se contraponen los bajos recursos de inversión que se le otorgan a esta modalidad (Salcedo, 2008).


Además, se advierte sobre el peligro de cometer plagio debido a las facilidades que brinda la tecnología digital; por ello la urgencia de promover en los estudiantes conocimientos sobre las fuentes de búsqueda confiable (Sarramona y Santiuste, 2015). Es importante considerar que hoy en día es poco frecuente que alguna actividad profesional excluya el uso de los medios tecnológicos, por ello se torna evidente incluirlos en la cotidianidad de los estudiantes con el fin de incrementar y desarrollar sus competencias en este campo. Al respecto, Cabero (2008) manifiesta que el uso y aprovechamiento de la tecnología educativa en la modalidad a distancia depende del contexto y de las necesidades educativas, los puntos de vista son diferentes y las competencias que se generan también.


Tras las ideas expuestas, la inserción de recursos tecnológicos en los diversos contextos sociales no es solo un aspecto que compete a la educación virtual o semipresencial, más bien es una adaptación por parte de los usuarios para aprovechar significativamente los recursos. Añádase que la educación a distancia se debería fundamentar bajo una corriente epistemológica constructivista, ya que se espera que los estudiantes y profesores se caractericen por compartir tareas, dialogar y lograr acuerdos a partir del pensamiento crítico. En este sentido el aprendizaje colaborativo promueve el desarrollo de habilidades comunicativas y sociales que conllevan a la construcción social del conocimiento generado mediante el uso de las TIC.


Un claro ejemplo es el trabajo de Alvear y Mora (2013), quienes relacionaron los estilos de aprendizaje con las herramientas digitales, obtuvieron que los estudiantes se apropian de los conocimientos de manera colaborativa entre sus compañeros. Cabe destacar que la web 2.0 se conforma por tres acciones pedagógicas básicas: hacer, interactuar y buscar, tales actividades se propician con el proceso de aprendizaje colaborativo que potencia los aprendizajes como se estipula en la teoría de zona de desarrollo próximo de Vygotsky.


En consecuencia, Colina (2008) confirma el uso de las TIC para dar respuesta a la demanda educativa actual, propone la incorporación de una metodología didáctica y funcional que atienda el diseño de contenidos, comunicación, sistema de estudio y evaluación a partir de los enfoques constructivistas, en la cual se conformen cada uno de los elementos y se compaginen con los aprendizajes de los educandos, a su vez que influya la bidirecccionalidad de los profesores como guía en el proceso de construcción. También se generan estilos de aprendizaje que no son promovidos en una clase presencial, los roles que se juegan son distintos y las estrategias de enseñanza y aprendizaje son interactivas.


Se han clasificado en aprendizaje mediático, conceptual y empírico: el primero consiste en la combinación de recursos multimedia, el segundo refiere a esa transferencia de lo análogo a lo digital, como por ejemplo el desarrollo de habilidades de lectura de un texto impreso a una lectura digital, y finalmente el estilo de aprendizaje empírico, tiene que ver con la experiencia y las vivencias interpersonales (Salazar, 2012). Se alude entonces a “nuevas formas de ser, nuevos lazos sociales, y con ellos nuevos colectivos. En definitiva, una nueva sociedad”. (Vayreda, 2004: 6)


Al respecto, Recio (2007) demuestra que el enfoque de aprendizaje y el rendimiento están relacionados, se caracterizan por una motivación intrínseca para estudiar, conceptualizan el aprendizaje como un desarrollo personal y profesional, se adaptan dependiendo de su contexto personal y académico. No obstante, revelan que las estrategias de aprendizaje son limitadas a pesar de la experiencia que poseen los estudiantes como personas adultas en formación superior.


También la integración de las TIC ha propiciado en los individuos la capacidad de competir ante diversas situaciones laborales y educativas, dan un giro en las perspectivas de las sociedades al momento de exhortar cada vez más la actualización y preparación en los ámbitos sociales Casillas, Ramírez y Ortiz (2013).


Por lo tanto, el uso y desuso que le dan a las TIC varía, y los puntos de vista son diferentes, así como las competencias que se generan de acuerdo a las actividades que practiquen a través de esos medios. Sin duda alguna no solo basta con la importancia de conocer los medios tecnológicos y digitales (software y hardware), de asistir a cursos de capacitación y saber utilizar a la perfección las herramientas, se trata de propiciar en los actores la reflexión para que identifiquen esos procesos mediadores, que aprendan y desaprendan para generar un desarrollo óptimo de las mismas.


Coll y Monereo (2011: 20) comparten que:


Tanto las grandes empresas y corporaciones como numerosos Estados nacionales, sobre todo entre los países desarrollados, han incrementado de forma importante las inversiones en TIC para mejorar las infraestructuras y redes de comunicación y propiciar el acceso a internet de sus ciudadanos, pensando sobre todo en los desafíos del comercio (e-business), del trabajo (e-work), de la gobernabilidad (e-governance) y de la educación (e-learning) a distancia.


Se parte de un proceso competitivo para que las generaciones aprendientes se enfrenten a la sociedad, Díaz- Barriga, F. (2005) alude a la potencialidad que pueden propiciar las TIC como herramientas o recursos que enlacen el proceso cognitivo para la construcción de aprendizajes, así como la interacción y comunicación de conceptos culturales que es poco explorada. Evidentemente deja en claro que las TIC no han sido realmente aprovechadas para cuestiones educativas, a pesar de los alcances que cada institución pudiese tener.


Expuesto lo anterior, la enseñanza y el aprendizaje radican en las estrategias y recursos educativos que utiliza el profesor, en la capacitación que posee para penetrar en ambientes virtuales, así como en la preparación y aseguramiento por parte de los estudiantes acerca de las plataformas y recursos tecnológicos, se determina que el seguimiento y retroalimentación son un punto de reforzamiento para el alumno. Por ello es imperante tomar en cuenta los recursos, los medios y la planeación, así como los paradigmas y la formación pedagógica que el profesor concibe, ya que repercuten en gran medida sobre la eficacia y eficiencia de la modalidad.


Uno de los aspectos primordiales dentro del proceso de aprendizaje es mantener vigente la idea de observar la manera en que aprende, cómo aprende, cómo construye, cómo comparte y elabora productos de su propia formación, se cuestiona entonces, ¿Cómo se supone se dan estos procesos a través del monitor?. En efecto el papel que caracteriza al estudiante de la modalidad virtual sufre también transformaciones paradigmáticas, la actitud pasiva y receptora se espera sea una actitud activa y crítica, la autonomía se evidencia y se complementa con las estrategias que el educando ejerce.


Es menester aclarar que la autonomía no es exclusiva a pesar de que normalmente se atañe como si fuera uno de los rasgos que debe poseer el educando de una modalidad virtual o a distancia, ya sea escolarizada, abierta o semiescolarizada, también el estudiante requiere de esa autonomía en virtud de conformar su desarrollo integral.


Las relaciones interpersonales a través del monitor


La socioafectividad es una de las esferas que conforma el desarrollo humano y se ha visto implicada en el ámbito educativo de la siguiente manera: como un proceso de formación integral, como un proceso de aprendizaje y como un proceso socializador, enseguida se hace una recapitulación sobre los referentes que enfatizan al respecto. Primeramente la educación no es solo teoría, también es afectiva, por lo tanto se conforma de sentimientos y emociones, es importante resaltarlo ya que en ocasiones el sistema se olvida que se trata de seres humanos y se enfoca solo en los aspectos cognitivos, físicos, materiales y tecnológicos.


En consecuencia, surge el concepto de formación integral que “busca promover el crecimiento humano a través de un proceso que supone una visión multidimensional de la persona, y tiende a desarrollar aspectos como la inteligencia emocional, intelectual, social, material y ética-valorativa” (Ruiz, 2012: 11).


Cabe señalar que las habilidades socioemocionales forman parte del currículo, algunos ejemplos se fundamentan en la educación básica dentro del componente curricular “desarrollo personal y social”, y en la educación media superior en el Marco Curricular Común (MCC), por lo tanto, los programas que gestionan dichas habilidades se refieren al enfoque humanista que sustenta el sistema educativo nacional al promover el desarrollo cognitivo, físico, social y afectivo (SEP, 2017).


En segundo lugar, la correlación que tiene la socioafectividad como factor potenciador de aprendizajes y éxito académico, autores afirman que gracias a las competencias socioemocionales que el estudiante experimenta puede propiciar su permanencia y adaptación universitaria. Por lo tanto, “todo lo referido a los sentimientos contribuye a mejores logros y adaptación a la vida humana universitaria”. (De la Barrera, Elisondo y Rigo, 2014: 57)


Otro ejemplo sobresaliente y con mayor énfasis es el de Herrera, Mendoza y Buenabad (2009), quienes analizaron la implicación que tienen las emociones y las relaciones interpersonales en el éxito o fracaso de una persona durante la experiencia profesional o académica. Concluyen que los enfoques pedagógicos no se deben concentrar únicamente en las estrategias, recursos, materiales o contenidos; se habla de conocer y reconocer al estudiante a partir de las relaciones sociales y de las percepciones y sugerencias de los involucrados.


El tercer y último ámbito tiene que ver con la promoción del desarrollo socioafectivo para la mejora de las relaciones sociales. Mena, Romagnoli y Valdés (2008) promovieron las habilidades personales y sociales, el éxito escolar fue un aspecto sobresaliente ya que el ambiente de aprendizaje se volvió más cálido y seguro, mejoraron las relaciones interpersonales, así como la actitud hacia los profesores. En este sentido se hace alusión a un proceso interno que promueve el autoanálisis por parte del alumno para intervenir de manera positiva y generar aprendizajes, es un aspecto primordial puesto que varios estudiantes desertan o renuncian por no ser atendidos afectivamente.


Añádase que en ocasiones la desmotivación se debe a factores afectivos y no a problemas cognitivos, García del Dujo, Muñoz y Suárez (2008) hacen hincapié en lo significativa que es la libre expresión de los alumnos para generar un clima emocional agradable. Se evidencia la comunicación expresiva como elemento sustancial que requiere de sensibilización y confianza para que se promoverla entre los educandos, la tarea repercute en cierta medida sobre el quehacer docente, pero sobre todo en las habilidades que le permitan crear estos ambientes.


En efecto, las investigaciones en el campo socioafectivo según Charry-Álvarez y Galeano-Gallego (2014: 46)


Han hecho que los científicos postulen la importancia de armonizar lo emocional y lo cognitivo para un aprendizaje óptimo, ya que cuando se crean condiciones socioambientales de respeto, motivación, interés y alegría mejora la disposición para retener información y se le da más sentido a lo que se está aprendiendo, mientras que cuando se genera tensión, ansiedad, miedo, ira o dolor existe menos probabilidad de que esto suceda.


El hecho de indagar más allá de los resultados de un examen o una serie de evidencias, permitirá valorar la formación educativa, encontrar las causas y efectos que tienen los contextos educativos a distancia en los que se involucran los educandos, saber cuáles han sido sus experiencias bajo una modalidad educativa en la que no se pueden ver cara a cara, saber qué sienten, de qué manera expresan sus emociones y cómo las controlan sin la presencia física del docente, tutor y compañeros, cuáles son sus limitantes y oportunidades en su formación, etcétera.


De este modo se interpreta también que la implicación del desarrollo socioafectivo radica en la formación educativa, en los procesos de socialización, así como en la construcción de un sentido humanista, no obstante, se aprecia una minoría en aquellos estudios que buscan la formación integral y humana que demanda la educación actual.

 

Referencias

Alvear, A. y Mora, P. (2013). Herramientas Web 2.0 y estilos de aprendizaje: Un aporte a los AVA desde una experiencia investigativa en dos cursos de filosofía. Trilogía, 8, 77-92.


Cabero, J. (2008). La investigación en la educación a distancia en los nuevos entornos de comunicación telemáticos. Revista internacional de Ciencias Sociales y Humanidades, SOCIOTAM. XVIII (2). 13-3.


Casillas, A., Ramírez, A., y Ortiz, V. (2013) El Capital Tecnológico una nueva especie del capital cultural: Una propuesta para su medición. Memorias del XII Congreso Nacional de Investigación Educativa, Guanajuato. México. Recuperado de: http://www.uv.mx/personal/albramirez/category/blogs/miblog/material_lectura/page/2


Charry-Álvarez, H., Galeano-Gallego, A., y Carvajal, S. (2014). Desarrollo Socioafectivo: Educar en y para el afecto. Reorganización curricular por ciclos. Bogotá D.C.: Autor.


Colina, L. (2008). Las TIC en los procesos de enseñanza aprendizaje en la educación a distancia. Revista de educación Laurus, año14, Número 28.


Coll, C. y Monereo, C. (eds.) (2011). Psicología de la educación, aprender y enseñar con las Tecnologías de Información y Comunicación virtual. Madrid: Ed. Morata.


De la Barrera, M.L., Elisondo, R. y Rigo, D. (2014). Alfabetización académica emocional. Aproximaciones a partir de alumnos ingresantes de la Universidad. Revista contextos de educación. 16, 50-59.


Díaz Barriga, F. (2005). Principios de diseño instruccional de entornos de aprendizaje apoyados con TIC: un marco de referencia sociocultural y situado. Tecnología y comunicación educativas, (41).


García del Dujo, A., Muñoz, J. y Suárez, C. (2008). Gestión de emociones en espacios virtuales de formación. Investigación educativa. 12 (21), 45-65.


Herrera, L., Mendoza, N. y Buenabad, M. (2009). Educación a distancia: una perspectiva emocional e interpersonal. Apertura. Revista de innovación educativa. 9, 62-77.


Mena, I., Romagnoli, C. y Valdés, A. (2008). ¿Cuánto y dónde impacta?: Desarrollo de habilidades socio emocionales y éticas en la escuela. Valoras UC, en Portal de Convivencia Escolar. Recuperado de: www.convivenciaescolar.cl


Recio, M. (2007). Enfoques de aprendizaje y desempeño en alumnos de educación a distancia (tesis doctoral), Universidad de Sevilla.


Ruiz, L. (2012). Formación intelectual, emocional, social y ético de los estudiantes. Revista Universidad de Sonora, 11-13.


Salazar, R. (2012). De la humillación tecnológica al dominio de la subjetividad. Aprender en la sociedad digital, Recuperado de: http://aprenderenlasociedaddigital.blogspot.mx/2012/08/estilos-de-aprendizaje-en-ambientes-e.html


Salcedo, A. (2008), Estadística para no especialistas: Un reto de la educación a distancia. Revista de pedagogía. 29 (84), 145-172.


Sarramona, J. y Santiuste, V. (2015). La formación no presencial ante el reto de las competencias profesionales. Revista española de pedagogía. 262, 449-464.


Secretaría de Educación Pública (2017). Modelo educativo para la educación obligatoria. Educar para la libertad y la creatividad. México.


Vayreda, A. (2004). “Las promesas del imaginario de Internet: las comunidades virtuales”, en Athenea Digital, 5, 57-78.


 

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