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Thelma Sarai Jeronimo Santana

La lucha libre como ritual, el público y su fanatismo en tiempos de Covid-19



Juan N. es un fanático de la lucha libre desde muy joven y en este tiempo de pandemia, al no poder ir a las funciones de lucha se ha dedicado a hacer más grande su afición. Antes de la pandemia, él acostumbraba ir a las funciones de lucha al menos una vez por mes en el Coliseo Coacalco, lo cual puede considerarse poco en comparación con otras personas, pero la distancia y el dinero es lo que le impide ir cada semana. Se traslada desde su residencia en Hidalgo hasta Coacalco solo para ver una función y se gasta más de 1000 pesos en cada visita porque por lo normal lleva a su familia.


El objetivo de la investigación fue analizar el ordenamiento de la lucha libre desde la mirada del espectador fanático, contemplando todos los componentes de la misma y teniendo en cuenta el contexto histórico por el que se está pasando. Para ello se utilizó el método etnográfico con un enfoque cualitativo, llevando a cabo la observación participante en una función de lucha del Coliseo Coacalco. Se realizo una entrevista y se hizo uso del diario de campo como herramientas para dar seguimiento a la afición del sujeto con la lucha libre. Finalmente, con la información recabada se pudieron obtener 5 nodos, los cuales se concentran en la siguiente pregunta ¿Cuál es el ordenamiento que presenta la lucha libre?


La afición de un hombre por la lucha


¿Cómo comenzó tu gusto por la lucha libre? Cuando yo tenia 6 años nosotros rentábamos en una vecindad ahí en la 302 que esta justo a una cuadra del gimnasio de la Nueva Atzacoalco y ahí todos los viernes y domingos se hacían funciones de lucha libre; éramos muy pobrecitos y no teníamos dinero para las entradas pero el señor que vigilaba la entrada pues ya nos ubicaba a mi hermano y a mi, mi hermano que es dos años mayor que yo le compraba dos hog dogs con un señor que vendía afuera del gimnasio y nos dejaba pasar a ring site pagándole esos dos hog dogs, así fue como empecé y bueno pues mi papá nos llevaba muy seguido, yo quiero pensar que ese fue mi gusto o que me nació el gusto por la lucha libre.


Juan N. es devoto a la lucha libre desde hace más de 40 años y durante ese tiempo se ha dedicado a tener una conexión más íntima con el deporte. Compra y ve series, caricaturas, documentales, funciones o películas que hablen de lucha libre, al igual que mercancía como peluches, playeras, muñecos y estampas. La gente al notar su gusto por el deporte, de vez en cuando le regalan cosas de ese tipo, como destapadores e imanes para refrigerador. El no ve lo que tiene como una colección, sino más bien como un gusto que se puede dar de vez en cuando.


De acuerdo con Claudio E. Benzecry en su libro “El fanático de la Opera”, el llevar tantos años y coleccionar estas cosas son parte de un sistema complejo que en este caso ejerce la lucha libre sobre la persona.


Este carácter en alto grado experimental del aprendizaje lo convierte en un sistema complejo que propone la opera como una actividad que (a) mira hacia el pasado en busca de referencias y comparaciones, (b) exige la frecuentación extensiva e intensiva, (c) impulsa a sus seguidores a asistir a conferencias y charlas, a escuchar la radio, a leer libros especializados y a comprar grabaciones (aunque estas actividades siempre son complementarias y nunca sustituyen la presencia en el teatro), y (d) constituye un proceso de aprendizaje informal y casi automático en el cual los miembros mayores forman a los más jóvenes y son reconocidos y respetados por sus conocimientos. (Benzecry, 2012, p.113).


En este caso el deporte obliga a la persona a llevar una cierta cantidad de tiempo para que se le pueda ser considerada fanático; tiene que ser capaz de hacer comparaciones de la lucha libre del pasado con la actual, necesita estar constantemente presente en las funciones para no perderse de nada y estar motivados a tener o hacer cosas que le recuerden el deporte; entre más tiempo se lleve se podrá ser considerado como un miembro mayor que tendrá la responsabilidad de formar a los más jóvenes.


Juan N. disfruta de la lucha libre y le gusta compartir con su familia su amor por este deporte; los primeros meses de cuarentena le fueron muy complicados por no poder estar presente en ningún evento, sin embargo, cuando tuvo la oportunidad de estar de forma presencial en una función no dudo ni por un minuto en asistir.



Etnografía de un domingo de lucha


El domingo 28 de febrero del 2021 se llevó a cabo una función de lucha libre en el Coliseo Coacalco después de mucho tiempo y Juan N. asistió junto con toda su familia. El sujeto consiguió entradas y logramos ingresar al Coliseo, nos desinfectaron con gel antibacterial las manos y elegimos un aperitivo en el área de comida, el hijo y yo optamos por las famosas tortas que ahí preparaban, junto con algo de tomar, Juan N. al inicio pidió dos caguamas de la marca indio (aunque en toda la función tomo alrededor de cinco botellas de ese tamaño). El establecimiento no era precisamente una arena de lucha, sino más bien un terreno baldío que se adaptó para practicar luchas y tener eventos ahí mismo; el piso era de tierra, la entrada era de láminas y al ingresar lo primero que veías de lado izquierdo era el área de comida, con una mesa donde exhiben sus alimentos y dos refrigeradores donde poner las bebidas; del lado derecho se encontraban los vestidores de los luchadores y todas las paredes de la arena se encontraban tapizadas de lonas que anunciaban carteleras de luchas pasadas; el techo era de lámina y en medio del terreno se encontraba un ring, debajo de este se hallaba una alfombra desgastada y empolvada de color verde; alrededor del cuadrilátero se acomodaban todas las sillas para visualizar el espectáculo. El ring es la parte más importante de la Arena, en el se lleva propiamente a cabo el ritual de la lucha libre.


“Y se puede llegar a afirmar, parafraseando a Emile Durkheim, que el gym es al boxeo lo que la iglesia es a la religión: la “comunidad moral”, el “sistema solidario de creencias y prácticas” que lo hace posible y que lo constituyen como tal.” (Wacquant, 2006, p.98).



El ring es el espacio donde se ordenan y regulan las normas, rituales, creencias y prácticas de la lucha libre, fuera de este podría ser considerado extraño o anormal y es por eso que impone respeto y se le considera sagrado.


Nosotros no alcanzamos asientos, el lugar se encontraba lleno y mucha gente se quedó parada un buen rato por la misma situación; decidimos quedarnos de pie alado del vestidor de los luchadores. Comenzaron la función haciendo una demostración de la escuela de lucha para infantes, un nuevo proyecto que se le ocurrió al profesor (el ex luchador “Justiciero”, dueño del Coliseo) para obtener ingresos en estos tiempos de pandemia. En el ring se encontraban dos niños y una niña y mientras ellos aplicaban las llaves y movimientos, el profesor describía cada uno de los actos. Varios de los espectadores estaban impresionados al ver a los niños practicar lucha libre desde muy temprana edad y comentaban entre ellos la demostración, las personas que acompañaban a los jóvenes gritaban con emoción para apoyarlos. “Los fanáticos charlan informalmente sobre lo que están a punto de ver o sobre otras presentaciones recientes de la escena operística local.” (Benzecry, 2012, p.111). Charlar antes y después de la función entre aficionados sobre luchas anteriores o luchadores destacados en el deporte es algo muy común.


Terminando la demostración comenzó inmediatamente la función; los luchadores salían por la entrada del vestidor con sus trajes de licra, de distintos colores y formas; haciendo ademanes y saludando, los luchadores trepaban al ring y uno por uno se subían a una esquina de este mismo y se presentaban ante el público caracterizando a su personaje. El anunciador mencionaba con emoción en el micrófono los nombres de los luchadores y los espectadores gritaban con entusiasmo alguna porra o chiste ofensivo hacia ellos. Al final siempre se presentaba el réferi de la lucha, quien le comentaba a los luchadores las reglas del deporte y anunciaba el inicio de la pelea. Todas las luchas que se exhibieron en esta función fueron de equipos, rudos contra técnicos; en el ring peleaban uno contra uno mientras que los compañeros se quedaban de pie detrás de las cuerdas y recargados en esquinas contrarias, en ocasiones interactuando con el público y en otras simplemente viendo a su compañero luchar.


Un deporte es una forma organizada de tensión en grupo, aun cuando ese grupo este formado a veces solo por dos personas. “equilibrio de tensiones” es el término que se ha introducido para expresar la idea de que la figuración básica de un deporte está pensada para producir tanto como para contener tensiones (Elias & Dunning, 1986, p.195)


Aunque en la lucha no pueda existir obligatoriamente un grupo, si existe un equilibrio entre la producción de tensiones como en su contención. Al momento en que se lucha puede surgir una tensión entre contrarios, pero el mismo deporte las contiene al aplicar sus reglas, que ya se encuentran interiorizadas en el luchador.


Exigen algún tipo de ejercicio o esfuerzo físico. El enfrentamiento se realiza siguiendo reglas conocidas, incluidas- en los casos en que se permite el uso de la fuerza física. Las que definen los límites de violencia permitidos. Las reglas determinan la figuración de partida que forman los jugadores y el esquema cambiante de esta a medida que avanza la competición (Elias & Dunning, 1986, p.190).


Los luchadores en combate demostraban sus mejores técnicas de llaveo y movimientos que tenían de acuerdo a su estilo de lucha. Los denominados “rudos” eran los que al parecer cometían más faltas y el réferi que muchas veces lo permitía era abucheado por los espectadores junto con los luchadores; los técnicos le reclaman al réferi y se apoyan con el público para hacer notar las faltas, los rudos comenzaban a ofender a la afición y esta le respondía al mismo tiempo con comentarios o chistes groseros con tonos en forma de burla. Esta es una situación completamente normal en la lucha libre; la violencia y falta de respeto entre el público, los luchadores y el réferi conforman elementos esenciales que permiten mantener el orden dentro del deporte.


Los deportes difieren entre sí por sus reglas y, consecuentemente, por el modelo o pauta de la competición; en otras palabras, por las distintas figuraciones de los individuos implicados tal como son determinadas por sus reglas respectivas y por las organizaciones que vigilan su cumplimiento (Elias & Dunning, 1986, p.191).



Todos terminaban al final peleándose al mismo tiempo, los tres rudos con los tres técnicos fuera del ring, algunos lanzándose una plancha en una esquina del cuadrilátero y cayendo sobre el contrincante en la alfombra empolvada o incluso cayendo sobre los espectadores, pegando con sillas y botellas y tomando del agua o cerveza ajena que les ofrecen los aficionados “…ciertas pautas de movimiento pierden en el curso de la filogénesis su función propia original para convertirse en ceremonias meramente “simbólicas”. Este proceso fue lo que él llamo ritualización.” (Lorenz, 2005, p.27).


¿Qué sientes cuando estas viendo las funciones en vivo? Hijole, me desprogramo, me viajo, me desconecto, yo creo que esa es la magia de la lucha libre, la interacción que hay entre el aficionado y el luchador; veo como surgen las personalidades de la gente común y corriente como yo en donde desahogas toda la frustración , el enojo, el coraje, el cansancio, incluso el estrés de la semana, la problemática vas y la avientas ahí.


Luchadores y público interactuando al mismo tiempo, respondiéndose con burlas ofensivas y llevándose pesado, pero nunca llegando a tal grado de molestarse y pelear físicamente. Juan N. durante este tiempo se mostró contento, comentándome que se encontraba “excitado y eufórico” después de tanto tiempo de no poder venir; con su caguama en una mano y su máscara en la otra y tratando de dar la contraria a la afición, el sujeto grita siempre apoyando al equipo contrario y comenta una que otra burla ofensiva que causa gracia a los demás, incluso el mismo se ríe cuando alguien da un ingenioso comentario burlesco. Han traído más sillas y mientras la pelea continua algunas personas se acercan para agarrar una de estas y sentarse; Juan N. ha agarrado cuatro para todos nosotros. El réferi comienza a contar hasta el número 20 y los luchadores poco a poco van regresando al ring para pelear y aunque los luchadores que apoyaba la afición parecían ser mejores que sus contrarios, los que terminaron ganando fue el otro equipo, haciendo alguna trampa que el réferi no noto. La afición abucheaba a los luchadores y los técnicos le quitaron el micrófono al anunciador para comentar que la pelea no fue justa y que los retaban a la revancha, algunos aceptaron, otros se mostraron indiferentes; camino a los vestidores, todos los luchadores se tomaban fotos con las personas que se los pedían y firmaban autógrafos (principalmente a los niños); el sujeto solo se tomaba foto con los luchadores que él consideraba que habían tenido un mejor desempeño en la lucha y cuando terminaba iba al área de comida por otra caguama. Los niños al ver el ring vacío se suben a jugar a ser luchadores e imitan los movimientos que ven en el espectáculo. Así fueron transcurriendo cada una de las luchas de esta función, con la excepción de que en una de ellas el réferi recibió un golpe al parecer sin intención por parte de los luchadores.


La agrupación de los contendientes está dispuesta de tal modo que en cada encuentro reaparece un determinado patrón de dinámica de grupos- un patrón más o menos elástico, por tanto, variable, y, de preferencia, no totalmente predecible en cuanto a la marcha del juego y a su resultado (Elias & Dunning, 1986, p.192).


Al final de la penúltima pelea la esposa de Juan N. comenzó a platicar con las personas de al lado y se llevaron bien; el sujeto de vez en cuando también hablo con ellas, pero no les puso mucha atención porque estaba concentrado en la función.


Si bien todo el proceso abarca muchas ocasiones que implican formas de sociabilidad, de reunión y de intercambio, los fanáticos apasionados de la ópera no van de la mano a internarse en los aspectos sociales de la actividad; por el contrario, se entregan a ella de un modo muy individualizado (Benzecry, 2012, p.114).


Al terminar la función (aproximadamente a las cinco de la tarde), Juan N. se encontraba muy contento y satisfecho con el espectáculo, estaba medianamente tomado, pero al salir tuvo la oportunidad de tomarse más fotos con los luchadores que se dirigían a sus autos para partir. Se fue en el carro manejando aun a pesar de su estado de ebriedad con una sonrisa en el rostro.


Consideraciones finales


El mundo de la lucha libre se encuentra ordenado por rituales, sino fuera así sería un mundo caótico y precisamente, por ser un mundo altamente ritualizado permite relajarse. Los fanáticos encuentran en este deporte una forma de desconectarse de los problemas que tienen en su vida diaria por medio de la violencia. El réferi y los luchadores manejan, además, otro tipo de rituales, como lo es propiamente la acción de luchar.


El ring en la lucha libre es considerado un símbolo sagrado de vital importancia, donde solo en el se pueden llevar a cabo los rituales del deporte, todos los ordenamientos se ejercen aquí y sin este la lucha libre no podría ser lucha libre, ejercer las practicas rituales fuera de el seria considerado violento o anormal.


El fanatismo de la lucha libre, por tanto, debe ser ese sentirse intensamente atraído por un modo de relación individual y colectivo que se aprende bajo la forma romántica y apasionada del mismo consumo por las luchas, que lo mantiene enganchado por la iniciación, que no solo implicaba a aquella adquisición de conocimiento como la de mayor relevancia simbólicamente significativa o representativa, como lo fue entonces para la transformación de Juan N. por ejemplo, a una “persona” que aprendió propiamente a recoger y controlar esas formas que engendro el encantamiento coercitivo que los primeros acercamientos a las luchas le despertaron, para que de alguna manera, pueda gozar de la experiencia y la afición con la que fue contado (y con la que cuentan posiblemente la mayoría de las personas en estas mismas dimensiones culturales) de forma emocional y expresivamente con su compromiso consigo mismo y con esa continuación lógica que contribuye a sentirse conmovidos cada que escuchan hablar del tema.


 

Bibliografía consultada


Benzecry, C. E. (2012). El fanático de la ópera. Buenos Aires: Siglo XXI.

Elias, N., & Dunning, E. (1986). Deporte y ocio. En el proceso de la civilización. España: Fondo de cultura económica.


Lorenz, K. (2005). Sobre la agresión: el pretendido mal. Buenos Aires: Siglo XXI.


N., J. (15 de Abril de 2021). Un aficionado a la lucha. (T. S. Jeronimo Santana, Entrevistador).


Wacquant, L. (2006). Entre las cuerdas. Cuaderno de un aprendiz de boxeador. Buenos Aires: Siglo XXI.



 


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