El populismo punitivo y la guerra contra el narcotráfico en México
Según Fernández León (2012), el populismo punitivo es una doctrina que se erige como defensora de los intereses del pueblo,[1] penetrando de forma arrolladora los espacios de justicia con el pretexto de sosegar los efectos de la inseguridad ciudadana y la poca confianza en el aparato judicial, desquiciando el sistema de sojuzgamiento, socavando el espíritu garantista de las normas y acomodándolo a interpretaciones arbitrarias y restrictivas. Asimismo, el populismo penal es una ‘‘estrategia desplegada por actores políticos y funcionarios del sistema penal, encaminada, aparentemente, a remediar los problemas que se derivan del crimen y la inseguridad, pero que en el fondo implican una alianza demagógica para crear en la conciencia ciudadana la necesidad de aplicar medidas extremas de ‘mano dura’ y ‘tolerancia cero’ contra los infractores (...) a sabiendas de que son eufemísticas, viscerales, y que lejos de disminuir la tasa delincuencial, pueden incrementarla de manera incontrolable’’ (Fernández León, 2012).
Por consiguiente, el caso de la denominada ‘‘guerra contra el narcotráfico’’ en México, declarada por el expresidente Felipe Calderón el 8 de diciembre de 2006 antes de lanzar el Operativo Conjunto Michoacán, puede ser analizada bajo el marco analítico del populismo punitivo. Como coinciden diversos analistas y estudiosos del tema –y declarado además por los propios mandos militares–, se sacó al ejército a las calles sin ningún diagnóstico serio, obligando a los cuerpos militares a desempeñar tareas que no les correspondían (Ferri, 2017a) y para las cuales además no tenían competencias, tal y como han evidenciado las constantes violaciones a los derechos humanos (Ahmed y Schmitt, 2016). Hoy sabemos que esta estrategia, lejos de resolver los problemas relacionados con el narcotráfico y el crimen organizado, los profundizó (Martínez, 2017), provocando al mismo tiempo insondables costes sociales. Sin embargo, como medida de populismo punitivo y como estrategia de legitimación por lo menos en el largo plazo, cumplió su objetivo, dado que a pesar de que ésta no obtuvo resultados en contraste con la eficacia real, resultó políticamente beneficiosa para el gobierno en tanto fue una medida que implicó una estrategia popular y convenientemente mediatizada (Londoño Berrío y Restrepo Parra, 2011: 144).
En este sentido, como señala Francisco Panizza (2010), el populismo puede ser utilizado como estrategia política para cohesionar al colectivo frente a un enemigo común. En su libro El populismo como espejo de la democracia, el académico uruguayo ilustra el discurso populista con el caso de Bush hijo en Estados Unidos, quien luego de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 utilizó un discurso polarizante que generó antagonismo, logrando cohesionar a la ciudadanía ante un enemigo externo, para legitimarse después de la profunda fragmentación derivada de las polémicas elecciones que lo llevaron a la presidencia.
Así, a pesar de que en este caso no se trata de un enemigo externo, sino interno, luego de llegar a la presidencia en 2006 con un grave problema de legitimidad Felipe Calderón utilizó a la guerra contra el narcotráfico, sobre la cual no había hecho ningún pronunciamiento previo, como estrategia para cohesionar a la ciudadanía y contrarrestar dicho vacío. Aunque posteriormente buscaría modificar su discurso, en diciembre de 2007 luego de declarar una ‘‘guerra sin cuartel’’ contra las organizaciones del crimen organizado, fue muy claro: ‘‘no podemos coexistir con el narco, son ellos o nosotros’’ (Sevilla Macip, 2017). Por tanto, es posible encontrar similitudes en términos de impacto discursivo, dado que en ambos casos éste sirvió para generar cohesión y antagonismo, compensando al mismo tiempo la falta de legitimidad de los recién llegados presidentes. Otro ejemplo de ello es el caso del expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, quien promovió una reforma constitucional enmarcada en una estrategia ineficiente de combate al narcotráfico, como medida de populismo punitivo, en un contexto en que su figura emergía como candidato a la reelección presidencial (Londoño Berrío y Restrepo Parra, 2011: 144).
De ahí que, siguiendo a Fernández León (2012), en estos casos el impacto mediático del delito sea aprovechado en determinados contextos, con el objetivo de aparentar que se da respuesta a las justas reclamaciones de la sociedad, asediada por múltiples violencias, utilizando un lenguaje belicista –‘‘guerra del delito’’, ‘‘guerra contra el terrorismo’’, ‘‘guerra contra el narcotráfico’’–, provocando la división entre buenos y malos, asegurando que todo se resolverá encarcelando a los ‘‘malos’’ con cadenas perpetuas. Por tanto, ‘‘se trata de tocar fibras sensibles para producir consenso social y aplicar las más represivas políticas penales, judiciales, penitenciarias y administrativas’’, sin importar si existen o no investigaciones previas y/o un diagnóstico acertado, dado que lo importante es proyectar una aparente justicia. Por último, el populismo punitivo tiende a generar ‘‘leyes impróvidas, incongruentes, irracionales para aumentar penas, crear delitos (...) soslayar derechos, menoscabar garantías y vulnerar el debido proceso acusatorio’’ (Fernández León, 2012).
De este modo, el caso de la guerra contra el narcotráfico en México retrata bien el fenómeno del populismo punitivo. No sólo ejemplifica los elementos recién señalados, sino que además alerta acerca las consecuencias de una guerra fallida desde el primer momento, en la cual especialistas del tema como Guillermo Zepeda Lecuona (2013), Fernando Escalante Gonzalbo (2011) o José Merino (2011), advirtieron desde hace tiempo acerca del saldo de un conflicto de estas dimensiones. A ello se suma un sistema carcelario rebasado, una profunda irracionalidad en las penas, así como un exagerado endurecimiento del sistema penal. Al final, como señala Escalante Gonzalbo (2017), dado que la guerra contra el narcotráfico carece de significado político como conjunto, resulta ‘‘difícil de entender, fuera de la retórica de la inseguridad, el crimen organizado […] [resulta] incluso difícil pensarla como guerra’’.
En este sentido, dado que el populismo punitivo tiende a partir de un diagnóstico visceral e irracional, sus consecuencias tienden a salir tarde o temprano a la luz de forma evidente, con las cuales resulta difícil de lidiar. A más de diez años de la llamada guerra contra el narcotráfico, ésta no sólo ha costado ‘‘casi 30,000 familias que ignoran qué fue de los suyos” (Ferri, 2017b); ‘‘174,000 muertos debido a incidentes relacionados con el crimen organizado desde 2006”, ‘‘1.8 billones de pesos en una década”, un sentimiento generalizado de inseguridad en casi 70% de los mexicanos (El País, 2016)–según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)–; y un incremento significativo en el índice de asesinatos a partir de 2008, específicamente 121,863 asesinatos registrados por INEGI, es decir, más de cuatro veces el número de víctimas de la ‘‘guerra sucia’’ de la dictadura militares de Argentina en las décadas de 1970 y 1980 (Zavala, 2015).
Al mismo tiempo, la demanda de drogas ha aumentado y los grupos criminales se han multiplicado, provocando un desenlace que hasta hoy se presenta como incierto, y que ‘‘exige más que nuevas políticas en materia de seguridad pública, o incluso nueva legislación sobre el papel de las fuerzas armadas en la seguridad interior [...] [sino que] implica necesariamente, y esto es lo más complicado, comprender los procesos de des-subjetivación y subjetivación que estuvieron presentes durante el ejercicio de la violencia, es decir, identificar y reconocer culpables y víctimas’’ (Sevilla Macip, 2017).
Finalmente, sólo el impulso de la sociedad civil y las víctimas, la presencia de iniciativas como Cadena de Mando[2] o el Instituto de Acción Ciudadana para la Justicia y la Democracia (IAC)[3], así como investigaciones como las previamente citadas –Lecuona, Merino y Escalante–, serán la punta de lanza para contribuir a la discusión sobre la violencia en México y sus causas. No obstante, serán además el antídoto para desentrañar cuál es la estrategia verdaderamente pertinente para combatir al crimen organizado, y por tanto, una garantía de no repetición del populismo punitivo.
[1] Como señaló Petersen (2012), particularmente en regímenes populistas pero no sólo, utilizar la idea de ‘‘pueblo’’ como una totalidad orgánica que se expresa en una sola voluntad general son sumamente peligrosas para las sociedades contemporáneas, dado que minan la pluralidad, partiendo del supuesto de que se tiene la capacidad para entender lo que la totalidad de los individuos que conforman una colectividad.
[2] N. del E.: Cadena de Mando es un esfuerzo que busca dar voz a actores centrales de la llamada “guerra contra el narcotráfico”, cuyas voces no suelen ser escuchadas: los miembros de las fuerzas armadas. Véase http://www.cadenademando.org/
[3] N. del E.: El Instituto de Acción Ciudadana para la Justicia y la Democracia se define a sí mismo como “una asociación civil sin fines de lucro interesada en el análisis, estudio, y la investigación aplicada para realizar propuestas de políticas públicas que apoyen las transformaciones necesarias para modificar los servicios judiciales y garantizar el acceso a la justicia, una vida libre de violencia, la prevención social del delito, a través del respeto, defensa, y promoción de los derechos humanos”. Recuperado a partir de: http://www.institutodeaccionciudadana.org/
Referencias
Ahmed, Azam. y Schmitt, Eric (2016, 26 de mayo). En México, la letalidad desproporcionada de sus fuerzas armadas genera preocupación. The New York Times. Consultado en: https://goo.gl/zaBvb1
Aristegui Noticias (2012, 26 de noviembre). Seis años después: miles de muertos y un Estado más vulnerable. Consultado en: https://goo.gl/UkZqdj
El País (2016). Año 11 de la guerra contra el narco. Consultado en: https://goo.gl/QeEvYr
Escalante Gonzalbo, Fernando (2011, 1 de enero). Homicidios 2008-2009. La muerte tiene permiso. Nexos. Consultado en: https://goo.gl/Rmiojv
Escalante Gonzalbo, Fernando (2017, 1 de enero). La guerra confusa. Nexos. Consultado en: https://goo.gl/ZigheF
Fernández León, Whanda (2012, 2 de marzo). Populismo punitivo. Ámbito Jurídico. Consultado en: https://goo.gl/XSqYq7
Ferri, Pablo (2017a, 2 de enero). Un año más de combate al narco sin un marco legal para el ejército mexicano. El País. Consultado en: https://goo.gl/5WXGbh
Ferri, Pablo (2017b, 9 abril). Frente al dolor de la guerra contra el narco en México. El País. Consultado en: https://goo.gl/jKFwbP
Martínez, Paris (2017, 14 de febrero). No era necesario activar al ejército en guerra contra el narco, concluye estudio del Senado. Animal Político. Consultado en: https://goo.gl/4UKrUd
Merino, José (2011, 1 de junio). Los operativos conjuntos y la tasa de homicidios: Una medición. Nexos. Recuperado en: https://goo.gl/Bm4Sbj
Panizza, Francisco (2010). El populismo como espejo de la democracia. Madrid: Fondo de Cultura Económica.
Petersen, Germán. (2012). Las amenazas de lo popular. El potencial autoritario de la noción de ‘pueblo’. Fragmentos de filosofía. (10):117-137.
Restrepo Parra, Adrián y Londoño Berrío, Hernando León. (2011). Guerra contra las drogas, populismo punitivo y criminalización de la dosis personal. Estudios Políticos. (39): 141-167.
Sevilla Macip, J. Enrique (2017). Salir de la guerra mexicana: apuntes para un programa de investigación. Fuimos Peces. Consultado en: https://goo.gl/HekoWa
Zavala, Oswaldo. (2015, 18 de abril). ‘‘Crónicas neutralizadas. Periodismo narrativo ante los discursos oficiales sobre el narco’’. Proceso. Consultado en: https://goo.gl/LFrJTa
Zepeda Lecuona, G. (2013, 7 de marzo). Catástrofe penitenciaria en México y reforma penal. Letras Libres. Consultado en: https://goo.gl/U71Puk