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  • Miguel Ruiz

Poemas inéditos de la Serie D


Horas atravesadas

Vengo de una familia grande (en número) de ellos viene esta añoranza de lluvias del Caribe (si no de dónde) de ellos viene esta arrogancia culpable y unos brazos abiertos.

Vengo de una familia tórrida (como todas) con sus trágicas nimiedades y sus pequeñas catástrofes.

En esta familia que puede ser cualquiera (incluso la mía) hay truhanes adorables y respetuosos insoportables.

Vengo de una familia errante (no feriante pero casi) Que vive en horas atravesadas: no nos perdimos ni un solo golpe de estado,

control cambiario, guerra civil, cracks de todo tipo, intervenciones bancarias y terremotos.

Vengo de una familia que ha sufrido naufragios (en sentido literal y figurado) que se ha preocupado por gallinas ponedoras y por el índice bursátil. Algunos fueron poetas (y no lo sabían) algunos fueron abogados (y lo sabían) futbolistas, doctoras, contables, diseñadoras, ferreteros, carreteros y amas de casa siempre. De ellos esta ficción grande, tórrida, cualquiera, errante y atravesada.

Te recitaba

Puedo decirte que dormías poco.

Cuando lo hacías, en el paseo de la mañana, leía ávido a tu lado.

Recuerdo algún libro de Piglia, Chimamanda,

Eliseo Diego, Rafael Cadenas.

Me veo en La Baronesa o en los Jardines de Cristina,

un lector prófugo cabalgando en tus primeros sueños.

Camino a la biblioteca te dormías

y podía consultar tranquilamente el catálogo,

leer en los sillones, alerta.

Siempre estuviste a mi lado. Y recuerdo que éramos felices.

Como dormías poco te recitaba.

Leímos clásicos españoles y venezolanos.

Leímos poesía céltica en gallego.

Ni siquiera esto último funcionó.

Por último te cantaba. Lo siento.

Esto te vencía por cansancio o por horror.

Pocas cosas puedo decirte hijo.

Una de ellas es que leas,

que leas como si tu hijo fuese a despertar en breve.

Sobre volar

— Ayer soñé que volaba — te dije mientras plantabas los geranios.

— ¿Sobre qué volabas? — me dijiste.

— No lo sé bien — te respondí mientras hundía mi dedo en la tierra haciendo pequeños agujeritos.

— ¿Y a dónde ibas? — me preguntaste introduciendo las semillas diminutas

en los agujeritos.

— Tampoco sé, solo volaba — te dije tapando los agujeritos con el mismo dedo.

— Entonces solo volabas — me dijiste.

— Solo volaba — te dije.

 

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