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  • Gilberto Arvizu Morales

El eco de sus propios pasos


Giorgio de Chirico, Gare Montparnasse.

I

Ojalá todos pudiéramos

seguir la pauta de lo posible

y actuar bajo el influjo de lo inmediato

a la luces del origen milagroso.

Un gesto basta para poner el rostro

a la magra figura del sonámbulo

con rumbo al olvido

por la grieta amarga del caos interno

hundido en la fosa

del pasmo que pudo convertirnos en sal

para romper con el fenómeno cotidiano.

Un gesto basta, a veces,

para que persista la obsesión

que nos convierta en estatua ambulante.

II

Este cambio de piel

como el burbujear de la soda

deslumbra con la presunta novedad

en la agonía que persigue las quimera de las divagaciones.

Implacable destino que proyecta su sombra

ante la paradoja de un inexistente equilibrio

se asoma al abismo y duda

a pesar de los arrebatos de la conciencia

por giro vulgar.

III

Ante la incontestable naturaleza

se alza la sombra de la presunción del centinela

prófugo del fuego nuevo

de la suspicacia hecha verbo

obediencia absoluta ejercida

a la evasión, al éxodo

y al regreso revelador.

Con un aire de alivio

se aparece el desencanto

que cede a los apetitos de la angustia

amanece la batalla

y en términos exactos adelantan vísperas

para arder en furia de un personaje caído

al escuchar el eco de sus propios pasos.

 

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