Los inicios del protestantismo en México: Teófilo Barocio Ondarza (1869-1912). Primer pastor bautist
Introducción
La publicación de las Leyes de Reforma se dio en el marco de la guerra que se desató entre los conservadores y los liberales, la cual terminó con el triunfo de los últimos y la promulgación de una nueva constitución (Ramos, 2010: 96). Dichas leyes marcaron un hito en el proceso de secularización y de laicidad de México. José María Luis Mora, Valentín Gómez Farías, Miguel Ramos Arizpe, Melchor Ocampo, Sebastián Lerdo de Tejada y Benito Juárez, entre otros, fueron los hombres que encabezaron la lucha liberal, la desamortización de los bienes del clero, el reconocimiento de las libertades de pensamiento, de expresión y creencia, llegando a enfrentarse a los liberales en una guerra que lleva el nombre de Guerra de Reforma. Tres años después de la aprobación de la Constitución se decretó a Ley de Libertad de Cultos, el 4 de diciembre de 1860, por el presidente Benito Juárez. Constaba de 24 artículos con 5 temas principales: libertad religiosa, independencia y separación entre Iglesia y Estado; derechos patrimoniales, derechos y obligaciones de los sacerdotes y la consecuencia jurídica del matrimonio (Vega Gómez, 2010: 270).
La importancia de estas leyes y decretos radicaba en que por primera vez se consagró de manera expresa la libertad de culto, lo cual protegió el ejercicio de cualquier culto religioso en el país. Esta ley marca claramente la independencia entre el Estado y la Iglesia así como el derecho y la libertad de los hombres de profesar cualquier culto, sin ser obligados a ello (Valencia Carmona, 2010: 308-309). El Estado no deberá intervenir en las prácticas del culto por lo que la autoridad de las sociedades religiosas y de los ministros será puramente espiritual. Se favoreció la entrada de los misioneros extranjeros y fue la creación de una nueva Iglesia Mexicana, la cual estaría totalmente separada del Vaticano, la que recibió el apoyo total del gobierno liberal. Esto se logró a través del apoyo de Lerdo de Tejada y de Matías Romero, quien al estar casado con una joven norteamericana de creencias anglicanas, estaba convencido de que el ingreso de esta nueva religión ayudaría en gran manera a la aplicación efectiva de la Ley de Libertad de Cultos.
Se puede afirmar que este es el momento en que realmente comienza la inmersión del protestantismo en México. Anteriormente los extranjeros que habitaban o vivían en México se limitaban a profesar sus creencias de manera individual y sin ánimo de crecer o ganar simpatizantes. Entre 1864 y 1866, hombres como Santiago Hickey y Tomás Westrup iniciaron el trabajo misionero recorriendo los pueblos que rodeaban la ciudad de Monterrey. Lo hacían a caballo, a pie, platicando con todos aquellos que se interesaban en escucharlos. Predicaban entre peones, carpinteros, obreros y maestros; en algunas ocasiones inclusive estuvieron a punto de morir a mano de los soldados franceses o mexicanos por la situación de guerra en la que se vivía por aquellos días (Westrup, 1948: 48).
Es precisamente en enero de 1867, al salir los últimos ejércitos franceses de la capital, cuando nace en Montemorelos, Nuevo León, Teófilo Barocio, en el seno de una de las primeras familias evangélicas de México. Estas familias destacaban en Montemorelos por ser prósperos e íntegros comerciantes, de ideas liberales pero muy apegados a sus hábitos y creencias. Además eran conocidos por su gusto por la lectura y su liderazgo en la ciudad (Salinas Rocha, 2000: 370).
Entonces, el misionero inglés Santiago Hickey llegó a la pequeña ciudad de Montemorelos vendiendo libros. Los señores Rafael y Miguel Barocio le compraron algunos, entre ellos se encontraban “Noches con los romanistas”, “El Viador”, “Lucila”, “La Divina Autoridad del Nuevo Testamento” entre otros (Barocio, 1936: 51). Estos textos cuestionaban la autoridad de la Iglesia Católica, de sus dogmas y del Papa, por lo que es posible afirmar que esas lecturas debieron de haber sido de gran influencia en las mentes y corazones de aquellos hombres y sus familias.
Por su parte, Tomás Westrup viajó desde Monterrey, donde residía, y al llegar a Montemorelos invitó a Rafael Barocio a una reunión. La invitación se da porque Tomás Westrup le había vendido a Barocio algunos libros y biblias años atrás. El párroco de Montemorelos al enterarse de esta situación, comisiona a los hermanos Barocio para que “saquen del pueblo a esos herejes” (Salinas Rocha, 2000: 370).
Esa tarde Miguel, hermano de Rafael, salió rumbo al teatro y en su camino pasa por un corral donde se llevaba a cabo el culto a la luz de un farol y al escuchar la lectura se acercó con curiosidad. En ese momento se dio cuenta de que era el misionero al que él y su hermano debían echar fuera. Al principio su objetivo era burlarse de esos pobres protestantes y arrojar petardos para asustar al grupo, pero la lectura fue captando su interés por lo que al final se queda a dialogar con los misioneros planteándoles gran cantidad de preguntas (Salinas Rocha, 2000: 370).
Por la noche ambos hermanos comentaron lo sucedido y decidieron seguir asistiendo a las reuniones que se llevaban a cabo en la casa de un tal señor Durán. Miguel llevó a su casa un Nuevo Testamento y comenzó a leerles entusiasmado a su familia, explicándoles lo que podía. Al poco tiempo, Miguel Barocio invita a Westrup a su casa con el fin de que se llevara a cabo una reunión en la cual el misionero debía presentar a toda la familia el Evangelio (Treviño, 1939: 51).
Juan Westrup – hermano del ya mencionado Tomás Westrup – fue el encargado de asistir a la reunión en casa de la familia Barocio. El propósito era enfrentar al misionero a través de un debate, por lo que la encargada de defender la postura católica fue Francisca Barocio, hija mayor de Rafael. Al final de la reunión, la familia se convenció de que a través de la libre interpretación de la Biblia podían vivir una nueva fe (Salinas Rocha, 2000: 370). A pesar del enojo, amenazas y consejos de sus demás parientes, los gemelos Barocio cumplieron con el mandamiento del bautismo, en un río cerca de su casa el 25 de mayo de 1869, junto con la Sra. Dolores O. de Barocio y Francisca Barocio. Al otro día se bautizan la Sra. Andrea O. de Barocio y su sobrina Modesta Barocio, hija de Carlos Barocio García (Barocio, 1939: 53). Después de estos hechos quedó organizada la iglesia evangélica de Montemorelos. Entre 1864 y 1880, un numeroso grupo de nuevos conversos y de misioneros mexicanos habían logrado aumentar el número de evangélicos en diferentes ciudades cercanas a Monterrey.
A los seis años, Teófilo Barocio ya sabía leer y escribir, lo cual no es raro si se toma en cuenta que toda la familia tenía fama de ser lectora. Su madre era la encargada de enseñarle a leer libros como “El Maná Diario”, un librito que tenía textos bíblicos para cada día del año, esto lo hacía a la luz de la vela o del fuego de la chimenea. Además de eso concurría los domingos por la mañana a la Iglesia y por la tarde a estudios de la Biblia, en su casa o en alguna misión (El Bautista, 21 de marzo de 1912).
Se debe tomar en cuenta que, para los protestantes, la educación basada en la lectura de la Biblia es básica para el buen crecimiento espiritual e intelectual. Esta actividad educativa siempre fue de suma importancia desde los primeros años del establecimiento de las comunidades bautistas en México. La lectura, el estudio y la memorización de pasajes de la Biblia daban confianza y armas para defender sus creencias con base directa en las Sagradas Escrituras. Teófilo Barocio fue bautizado el 18 de abril de 1887, en una ceremonia llevada a cabo por su cuñado, Tomás Westrup (El Bautista, 21 de marzo de 1912).
Es entonces cuando el pastor Steelman busca un nuevo impresor para la revista “La Luz” por lo que invita a Teófilo Barocio a trabajar en la Ciudad de México, quien a los 21 años comienza su carrera como escritor y editor, llegando en diciembre de 1888 e integrándose de inmediato al trabajo en la imprenta y en la iglesia. A los ocho días de haber llegado, el pastor Steelman le pide ayuda con los sermones, debido a que el misionero estadounidenses no dominaba el español. En febrero de 1889, Teófilo participó en las reuniones de la Alianza Evangélica, la cual estaba conformada por las denominaciones protestantes que se habían establecido en la Ciudad de México: metodistas, presbiterianos, bautistas, episcopales y de la Iglesia de San Pedro y San Pablo. El 31 de agosto de 1889 contrae matrimonio con la señorita Lucía Barrios Heath, ceremonia que se llevó a cabo después de aquella en el Registro Civil, como lo dictaba la ley (Treviño, 1939).
A los 24 años comienza a participar como cronista de la Iglesia Bautista y su ordenación como pastor es uno de los momentos más importantes en su vida. Es importante hacer notar que Teófilo va a ser el primer pastor mexicano ordenado en la Iglesia Bautista de la Ciudad de México. Poco tiempo después viaja a la Ciudad de San Luis Potosí, en donde es nombrado misionero por parte la Sociedad Bautista de Misiones Domésticas en América para trabajar en la Ciudad de Santiago de Cuba. Su trabajo, impresiones y experiencias las podemos conocer a través de las cartas que envía a la redacción de la revista “La Luz” entre los años de 1900 a 1903; sus notas se titulaban “Noticias de Santiago de Cuba”, y eran enormemente descriptivos.
En agosto de 1904, el pastor Barocio acepta la invitación de regresar como pastor a la Iglesia Bautista de la Ciudad de México. Tras un viaje de varios días, el lunes 23 de enero de 1905 llega con su familia a la Ciudad de México. Este es el inicio de una nueva época de trabajo para el pastor Barocio, y con la experiencia que ya había tenido en Cuba, llega con nuevas fuerzas a una sociedad muy diferente a la que conocía años atrás.
Inmediatamente después de su llegada, el miércoles 25 de enero de 1905, se encarga del trabajo de la iglesia. Para el mes de septiembre, el pastor organiza junto con una comisión, las celebraciones del 15 de septiembre (día de la Independencia) con una fiesta patriótica que se llevaría a cabo en las instalaciones del Colegio Bautista (Primera Iglesia Bautista de la Ciudad de México, 1905). Estas actividades servían para substituir las festividades religiosas católicas.
En el mes de octubre la iglesia nombra a los delegados que debían asistir a la Convención Nacional Bautista que se llevaría a cabo en la Ciudad de Monterrey. Aquí la Comisión de Misiones presentó un informe en el cual se daba la siguiente información: la población indígena abarcaba aproximadamente una tercera parte de los habitantes del país y los estados donde se concentraban eran: Michoacán, México, Puebla, Jalisco y Oaxaca. Los convencionistas llegaron a la conclusión de abrir trabajos misioneros entre los indios que no hablaban español. Teófilo Barocio fue nombrado presidente de esa comisión. Otra de las nuevas organizaciones con las que se encontraría Barocio será la Sociedad Mexicana de Publicaciones, fundada en 1903, cuyo propósito era el de “proveer a nuestras iglesias de literatura religiosa, ya en forma de folleto o de libro.” (Treviño, 1939: 342 y 376)
El trabajo de traducción de don Teófilo fue de gran importancia para las iglesias bautistas en México y en otros países de habla española, el año de 1908 marcará una época importante en su trayectoria como redactor, traductor y misionero. El mes de enero, por ejemplo, se publica en León, Guanajuato una nueva revista cuyo nombre era “El Atalaya Bautista”; un seminario religioso, eco de las iglesias bautistas. En ese año las reuniones de la Convención Nacional Bautista se llevan a cabo en la Ciudad de Guadalajara y el objetivo principal fue la planeación de los festejos por el Centenario de la Independencia de México – esta Comisión estaba integrada, entre otros pastores, por Teófilo Barocio (El Atalaya Bautista, 21 de octubre de 1909).
Otro de sus trabajos es la organización de una campaña llamada de “temperancia”, que consistía en alejar a los mexicanos de la cantina. El 20 de enero de 1910 se nombra una comisión por encargo de la Sociedad Americana de Tratados, que debería de revisar y redactar un nuevo Himnario para el uso de las Iglesias Evangélicas en los países de habla hispana. La Comisión estaba formada por representantes de todas las iglesias protestantes en México, aunque se solicitaban los consejos y las aportaciones de todos los hermanos que así lo desearan.
Durante las últimas semanas de agosto de 1910, se nombró a los representantes de la Iglesia Bautista de la Ciudad de México, para organizar las reuniones de la Convención Nacional, de la Casa de Publicaciones y de la Confederación de Escuelas Dominicales y de la Sociedad de Jóvenes. Más adelante, el 7 de septiembre de 1910, dio inicio la 8ª Convención Nacional Bautista de México, inaugurada por Barocio con un discurso de bienvenida.
Después de las reuniones del Centenario, Teófilo Barocio retoma con gran entusiasmo el trabajo misionero en la Ciudad de México, y para octubre informa que en la misión de Mixcoac se han bautizado varias personas y que piensa organizar una iglesia en la Villa de Guadalupe, lugar que él consideraba “un centro de fanatismo y superstición” (El Bautista, 1910: 378). Asimismo inicia un programa de visitas a las fábricas, donde repartía folletos y hablaban con los obreros.
Don Teófilo inicia el año de 1912 visitando al presidente Francisco I. Madero, en el Castillo de Chapultepec. El objetivo de la visita era entregar al presidente de la República un ejemplar de la Biblia en nombre de la Sociedad Bíblica, la cual estaba representada por la Sra. Hamilton. La última aportación de Barocio al periódico “El Bautista” sería el 13 de enero de 1912 con un artículo titulado “Obsequio al Sr. Presidente de la República”. En este se narra el encuentro entre los pastores y el presidente Madero, y del discurso de Barocio se recuperan frases como la siguiente: “ojalá el Sagrado Volumen llegue a ser conocido en cada familia de nuestra República y ejerza su influencia salvadora y benéfica en todas las esferas sociales” (El Bautista, 13 de enero de 1912). Este sería el último escrito del Rev. Teófilo Barocio quien ya estaba enfermo y que moriría veinte días después víctima de la fiebre tifoidea y de una meningitis aguda el jueves 1ºde febrero de 1912.
Conclusiones
A través de sus sermones y escritos podemos encontrar en Teófilo Barocio a un hombre firme en sus convicciones religiosas pero también firme en su amor a la patria. Buscaba el bien común, obedecía y respetaba las leyes y a sus gobernantes, siempre haciendo hincapié en que esta obediencia solo debía darse si estos actuaban de manera sabia y coherente. Esto muestra a un hombre de espíritu revolucionario; quien buscaba cambiar de manera profunda al ser humano en lo físico y lo moral. No solo participó en proyectos sociales como el rescate de los pueblos indígenas y las campañas de temperancia, sino se convirtió en uno de los líderes bautistas más importantes de su época. Su trabajo como redactor, escritor, traductor y músico lo llevó a ser uno de los creadores y fundadores de la tradición bautista mexicana de finales y principios del siglo XX. Se buscaba la construcción de un país diferente a partir de esta confluencia de ideas y pensamientos, desde lo individual hasta lo público. Es así como Teófilo Barocio Ondarza participó activamente en el proceso de inmersión y establecimiento de un nuevo proyecto religioso en México en el siglo XIX: la comunidad bautista. Este trabajo muestra, a través de la vida de un hombre, una minoría religiosa contemplaba a México y como ellos abonaron a crear un país mucho más plural.
Barocio, Teófilo (1936). Organización de otras iglesias. En Historia de los trabajos bautistas en México.
Bastian, Jean-Pierre (1989). Los Disidentes. Sociedades protestantes y revolución en México, 1872-1911. México: Fondo de Cultura Económica.
Bastian, Jean-Pierre (1994). Protestantismos y modernidad latinoamericana, Historia de unas minorías religiosas activas en América Latina. México: Fondo de Cultura Económica.
Galeana, Patricia (coord.) (2010). Secularización del Estado y la Sociedad. México: Siglo XIX.
García Ugarte, M. Eugenia (2010). Poder Político y religioso. México siglo XIX. Tomo 1. México: Miguel Ángel Porrúa.
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Salinas Rocha, Irma (2000). Mi Padre. México: Centro Social Benjamín Salinas.
The American Baptist Home Mission Society (1899). What it is- Has done – Is doing- Should do. Nueva York.
Treviño, Alejandro (1939). Historia de los trabajos bautistas en México. México: Casa Bautista de Publicaciones y Convención Nacional de México.
Westrup, Tomás (1948). Principios: Relato de la Introducción del Evangelio en México. Monterrey.
Revistas y periódicos
El Atalaya Bautista (1908, 1909 y 1910); El Bautista (1910, 1911 y 1912) y; Two Republics City of Mexico (1897 y 1899).