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  • Azminda Meybelli Román Nieto

Un reto en la formación antropológica: la divulgación


Sitio Los Idolos, Misantla, Veracruz, México. Foto de la autora.

Hace dos años, ingresé a las filas de la docencia universitaria; por fin había llegado el momento de estar del otro lado de la educación, el de la enseñanza -aunque eso también forma parte del aprendizaje-. Mucho más allá de narrar el proceso y las razones por las que hoy estoy frente a estudiantes, me dedicaré a describir el enfoque que he intentado enseñar durante este tiempo.


El programa educativo del cual estoy al frente, tienen el objetivo de realizar y difundir los trabajos que los estudiantes realizan con la sociedad. Dicha experiencia, está basada en la generación de estrategias, modalidades y herramientas para la socialización del conocimiento, que permitan la interacción social entre la comunidad académica y de investigación con la sociedad en general. Con base en lo anterior, partí de la idea de que tanto la difusión como la extensión, son actos de comunicación, puesto que permiten a un mayor número de personas el acceso a la información y al conocimiento; conocer las estrategias y herramientas que se utilizan para llevar a cabo dichas actividades, permitirá un acercamiento entre la sociedad y ciencia, en este caso a la antropología y a la arqueología.


Este último enunciado fueron los fundamentos para el dieseño de una experiencia educativa, desde el enfoque de la Divulgación, y más aún, con la meta de motivar a los estudiantes a que se atrevieran a hacerlo.





Divulgación y difusión: ¿son lo mismo?


Tanto la difusión como la divulgación, tienen la finalidad de dar a conocer “algo”, es decir, comunican un mensaje. La diferencia entre una y otra se basa en el sujeto a quién va dirigida esa comunicación. La difusión se entiende como el acto de comunicación para los “pares”, es decir, que lo que se informa, describe o comenta, requiere de conocimiento previo; mientras que en el caso de la divulgación, se realiza la comunicación para el público en general , por lo cual la información debe ser clara, accesible y sencilla. En ese sentido, la divulgación y la difusión, no son lo mismo.


El motivo principal por el cual decidí utilizar a la divulgación en específico, se debe a que esta perspectiva facilita el uso de estrategias de comunicación, debido a que los estudiantes pueden diseñar proyectos o programas de difusión, pero teniendo en consideración el tema u objetivo a comunicar y a quién van dirigidos. La importancia de la difusión de la arqueología radica no solo para la comunidad académica en conocer los resultados de las investigaciones sistemáticas, sino también, en que el conocimiento científico generado puede incidir en la calidad de vida de la comunidad, puesto que los bienes culturales son poseedores de una fuente de conocimientos que contribuyen a la comprensión del mundo [1]. De esta forma, la divulgación y socialización del patrimonio para la arqueología, se presenta como un medio para acercar a diversos públicos a la disciplina, pero orientada a la participación, transmisión, rescate, preservación del patrimonio cultural.


El reto de la formación antropológica


Actualmente, los cambios generacionales, las diversas problemáticas políticas, económicas, sociales y culturales, el uso desmedido de los recursos patrimoniales, el acelerado desarrollo de las tecnologías de la comunicación, redes sociales y aplicaciones móviles, son temas que ha volteado la mirada de la antropología desde diferentes posturas y perspectivas. Sin embargo, el papel del antropólogo frente a la sociedad, sigue estando relegado a ser “ese personaje mítico” que estudia lo “ajeno y lejano” de la sociedad, por no decir, “lo exótico”.


Más allá de entrar en el debate entre lo que somos o debemos ser, -porque como antropóloga sé que es una discusión de interés para el gremio- lo que me ocupa aquí, es la posibilidad de dar a conocer las aportaciones e implicaciones de la profesión antropológica a la sociedad.


Prácticamente, investigamos y publicamos por y para el gremio, dejando de lado, nuestro objeto de estudio: el hombre. Mi reflexión no es sobre qué y cómo investigamos, creo que la basta bibliografía especializada da cuenta sobre nuestro quehacer científico, sino más bien, a que pocos y pocas veces nos preocupamos por integrar en nuestra agenda, actividades y estrategias de comunicación para que el resultado o producto de nuestro quehacer antropológico, llegue a un mayor número de personas posible y tenga efecto.


Divulgar la labor antropológica es un reto hoy en día. Esto puede ser debido a dos factores: por un lado, la falta de interés por parte de quienes nos dedicamos a la antropología -espero que no sea así- y por el otro, porque no se nos ha enseñado cómo. La antropología nos ha marcado el camino en la investigación, al menos desde mi experiencia como egresada de una escuela de antropología -la segunda más antigua de México- tuve la oportunidad de aprender el proceso de investigación ( diseño, metodología y análisis) todo ello gracias a grandes maestros -para ellos mi gratitud infinita- sin embargo, pocos fueron, los que me enseñaron la importancia de “regresar a la comunidad” aquello que aportaron a la investigación.

Sé que el camino no es fácil, puesto que, para divulgar, se tiene que aprender hacerlo. Mi intención -ahora como docente- es mostrar el camino, mirar más allá de la obra escrita que se queda en el anaquel de la biblioteca. Quizá de todos los estudiantes de los cuales estoy al frente, solo uno se interesa por hacerlo, con eso me basta…ahí está mi contribución, esa es la finalidad de la divulgación.

 

Para saber más


[1] Vásquez Zárate, S. (2010). ¿Qué es el patrimonio arqueológico? En Vásquez, Zárate, S. Bernard Medina, H y Ladrón de Guevara, S. La morada de nuestros ancestros. Alternativas para la conservación, México: Consejo Veracruzano de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico, Gobierno del Estado de Veracruz, Pp. 13-27.


Gándara Vásquez, M. (2000). La interpretación temática y la conservación del patrimonio cultural En Cárdenas, E. (Coord.) 60 años de la ENAH, Memoria, México: CONACULTA-INAH, PP.453-477


Gándara Vásquez, M. (2013). La narrativa y la divulgación significativa del patrimonio en sitios arqueológicos y museos. Gaceta de Museos, (54), Pp. 17-23


Sánchez Mora, A. (2010). Introducción a la comunicación escrita de la ciencia, México: Universidad Veracruzana.


Sánchez Mora, C. y Sánchez Mora, A. (2003). Glosario de términos relacionados con la divulgación: una propuesta, El Muégano, (21).


 

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