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  • Iván Salazar Beltrán

Xicochimalco: un punto en la ruta de Cortés

Poco falta para el cumplimiento de 500 años de la primera travesía de Cortés al interior del actual territorio mexicano, un acontecimiento que a pesar del transcurrir de los siglos no deja de suscitar la fascinación entre quienes poseen una ávida curiosidad de conocer, por medio de los documentos conocidos como crónicas de la conquista, aquellas tierras y sociedades que de manera ajena al resto del mundo ejercieron un desarrollo cultural singular. A aquellos lectores dedicamos el presente trabajo, un breve bosquejo sistemático que les facultará para una profunda comprensión de lo contemplado por las huestes hispanas en 1519, en un punto específico de la Sierra Madre Oriental, en el municipio de Xico, Veracruz, México; donde antaño se halló el señorío de Xicochimalco.[1]

Figura 1. Ubicación geográfica del sitio arqueológico de Xico Viejo.

Figura 1. Ubicación geográfica del sitio arqueológico de Xico Viejo.

Los testimonios – Las crónicas de la conquista

A continuación analizaremos los fragmentos correspondientes al paso de Cortés por Xicochimalco, narrados por tres exponentes del siglo XVI de las crónicas de la conquista, de los cuales sólo nos permitimos citar textualmente al primero dado lo extenso que resultaría incluir a cada uno. El interés de proponer su metódica lectura surge a raíz de algunos de los preceptos de la arqueología histórica y textual, la cual plantea la siguiente posición relacionada con el empleo de fuentes escritas para su conjunta interpretación con los materiales arqueológicos:


“Para comprender un texto en el que se describe una ciudad, un ejército o incluso una casa, necesitamos saber qué había en la mente del escritor cuando empleaba determinados términos.” (Catherine Hills, 2008 : 103).

Lo anterior nos impulsó a reconocer la brecha de casi cinco siglos entre la lengua española actual y la del siglo XVI, tiempo en que muchas de las palabras utilizadas en aquel entonces bien podrían ahora poseer diferentes connotaciones o incluso haber caído en el desuso (arcaísmos). Por consiguiente, nos permitiremos recurrir a algunos de los primeros diccionarios como fueron el Vocabulario Español-Latín de Antonio de Nebrija (1495), El Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias (1611), y el Diccionario de autoridades de la Real Academia Española (1726-1739)];[2] dado que presentan un vocabulario y significados próximos al lenguaje español empleado en las primeras crónicas de la conquista.


Ahora bien, el primer documento que referiremos es la Segunda carta de relación, escrita por el mismo Hernán Cortés, publicada originalmente en 1522. El siguiente fragmento relata los pormenores con los que inició su partida de Zempoala, tras concluir una alianza con los dirigentes nativos, rumbo a México-Tenochtitlan, el 16 de agosto de 1519:


“Yo fui […] por la tierra […] de Cempoal, tres jornadas […] y a la cuarta jornada entré en una provincia que se llama Sienchimalen, en que hay en ella una villa muy fuerte y puesta en recio lugar, porque está en una ladera una sierra muy agra, y para la entrada no hay sino un paso de escalera, que es imposible pasar sino gente de pie, y aun con harta dificultad si los naturales quieren defender el paso. En lo llano hay muchas aldeas y alquerías de a quinientos y a trescientos y doscientos vecinos labradores, que serán por todos hasta cinco o seis mil hombres de guerra […] Y aquí […] me dieron muy cumplidamente los bastimentos […] y me dijeron que bien sabían que yo iba a ver a Mutezuma su señor, […] y les había enviado a mandar que […] hiciesen muy buen acogimiento, […] y yo les satisfice […] diciendo que vuestra majestad […] me habían mandado que le viese […] Así pasé un puerto que está al fin de esta provincia, al que pusimos de nombre el puerto de Nombre de Dios, por ser el primero que en estas tierras habíamos pasado, el cual es tan agro y alto que no lo hay en España otro tan dificultoso de pasar […] y a la bajada del dicho puerto están otras alquerías de una villa y fortaleza que se dice Ceyxnacan” (Hernán Cortés, 2010: 41-42).


De acuerdo con el orden relatado, después de cuatro jornadas desde Zempoala, cuatro días de camino (Nebrija, 1495), llegaron a un lugar que denominó Sienchimalen el 19 de agosto de 1519, a consideración que el recorrido inició un 16 de agosto (Hernán Cortés, 2010: 38). Una deformación que identificamos certeramente con el topónimo de Xicochimalco, luego de revisar las glosas inscritas en el Manuscrito Madrid, autógrafo de la Segunda carta de relación (Menéndez-Pidal, 1947: 214) donde las palabras Sienchimalen se observan corregidas por las letras de Sicuchimalqu.


Al llegar, Cortés describió explícitamente lo que para él suponía un lugar “fuerte”, resistente o hasta quizás intencionalmente fortificado (RAE, 1732), además de situarse en un “recio lugar”, fuerte y dificultoso (Covarrubias, 1611). En fin, describe un asentamiento estratégicamente situado en razón de ubicarse en la “ladera”, en las faldas o partes de la mitad abajo (Covarrubias, 1611), de una “sierra”, un término que en aquel entonces era empleado para aludir en lo particular a aquella “tierra montañosa y desigual, que con sus peñascos resquebrajados, semeja a los dientes de la sierra instrumento” (Covarrubias, 1611); idea la cual, refuerza añadiendo el calificativo de “muy agra”, “áspero, escabroso, lleno de peñascos” (RAE, 1732).


A aquel lugar sólo era posible ingresar a través de un “paso de escalera”, osea, de un conjunto de escalones (Nebrija, 1495); es decir, antes de siquiera divisar el asentamiento el camino era estrecho y escalonado, fácil para su defensa y obligadamente realizable a pie. A continuación la población se presentó asentada en un llano. Ya le había calificado como una “villa”, un término para referirse a aquellas caserías o quintas dispersas en el campo dedicadas al mismo cultivo (Covarrubias, 1611). Una definición que analizada a mayor profundidad, remite a un asentamiento jerarquizado donde las quintas son las casas habitadas ocasionalmente por los dueños de las tierras (RAE, 1737) mientras que en las caserías viven quienes cuidan y cultivan la hacienda (RAE, 1729), las tierras de labor (RAE, 1734).


Posteriormente leemos una estimación de los habitantes, un fragmento del que las anteriores investigaciones han observado una disparidad en relación con la cantidad de 200 a 300 “vecinos labradores”, y el número de 5 mil a 6 mil guerreros de que allí mismo se disponía. En lo particular, la interpretación de lectura que proponemos es la siguiente: Cortés insiste en describir un asentamiento semejante a las villas europeas, de entre quinientas y doscientas aldeas – población pequeña en tierra de labranza (Covarrubias, 1611) – y “alquerías” – casa sola en el campo donde mora el labrador con sus criados” (RAE, 1726) –; todas habitadas por “vecinos labradores”, cultivadores (Covarrubias, 1611). La obligada evaluación del conquistador, como líder de una expedición armada, se ve inscrita en los 5 000 a 6 000 guerreros que deduce en aquel asentamiento, que a su vez se encontraba a las órdenes de Moctezuma.


En este punto el grupo de españoles fueron recibidos pacíficamente y colmados en provisiones, proceder que al mismo conquistador le fue informado como órdenes de Moctezuma. Tiempo después fray Diego Durán (finales del siglo XVI) también comentaría en su obra la dedicación de cierto emisario, Tlillancalqui, en apercibir a las poblaciones sujetas entre la Costa del Golfo y Tenochtitlan de recibir y proveer en lo necesario a los extranjeros bajo amenaza de muerte (Durán, 1990: 378-380). El objetivo de la expedición en este punto de la narración, de acuerdo con el mismo Cortés, se presenta únicamente como el de una aparente embajada diplomática.


Una vez finalizada su estadía en Xicochimalco, al que dio el calificativo de provincia, en alusión a su calidad de hallarse sujeta a un externo (Covarrubias, 1611) como Tenochtitlan, relata su salida de aquel lugar a través de un “puerto” – paso o camino entre las montañas (RAE, 1737) –, mismo que por ser el primero en cruzar bautizaron como el “puerto de Nombre de Dios”. A pesar de ser descrito como sumamente escabroso, lo cruzaron sin mayores incidentes. La ubicación de aquel paso ha sido propuesta por el historiador Ramírez Lavoignet en las cercanías de la actual localidad de Monte Grande (municipio De Ixhuacán de los Reyes, Ver.), cuyo antiguo nombre era Puente del nombre de Dios (Ramírez Lavoignet, 1969: 41-44). Cabe añadir que si consideramos su ubicación, casualmente entre las cabeceras de los actuales municipios de Xico y la del siguiente punto en la travesía de Cortés, resulta bastante probable que el “puerto de Nombre de Dios” haya cruzado el cerro La Bolita (2427 m.s.n.m.), al norte de la cabecera de Ixhuacán de los Reyes, el cual, si bien no resulta de excepcional altitud, recordemos que el conquistador exaltó lo escarpado y alto del “puerto”, no del monte en sí.


Resulta interesante que este “puerto”, y también las montañas donde se hallaba, sean destacados como un lindero entre Xicochimalco y el siguiente lugar “Ceyxnacan”, identificado también por Ramírez Lavoignet como Teoixhuacan, en el actual municipio de Ixhuacán de los Reyes (Ramírez Lavoignet, 1969: 40). Nuevamente, la revisión al Manuscrito Madrid nos lleva a coincidir con aquella propuesta, ya que la grafía de “Ceyxnacan” se encuentra corregida por la de Texueuacan, palabra cuya fonética consideramos ciertamente aproximada con la de Teoixhuacan.


Otra notable obra fue la Crónica de la Nueva España, escrita a mediados del siglo XVI por Francisco Cervantes de Salazar desde la Ciudad de México, obra copiosa en puntualizar detalles de todo tipo a la historia de la conquista gracias al favor y las entrevistas de los viejos conquistadores vecinos en aquella ciudad (Sanchis Amat, 2012: 256).


En su versión de los hechos (Cervantes de Salazar, 1914: 226-227) añade que al tercer día de partir de Zempoala arribaron a “Xalapa” (actual ciudad de Xalapa-Enríquez, Ver.), y al cuarto a “Sicochimalpo”, mismo que constituye la transcripción más aproximada a la de Xicochimalco de entre las crónicas de la conquista publicadas en el siglo XVI.


En lo variable a la estadía de los españoles en aquel lugar, cabe mencionar el diálogo entre Cortés y el gobernante local, cuando el primero le habla sobre la “religión y poder de los cristianos”, razón por la que el segundo quedó “espantado”, horrorizado, atemorizado o admirado (Covarrubias, 1611). Aquella visita había causado un efecto en concreto.


También señala otros datos interesantes en cuanto al “puerto de Nombre de Dios”, del que puntualiza tres leguas de subida. Ello bien podría brindarnos la oportunidad para identificar con certeza su real ubicación, sin embargo, la equivalencia de la legua española a principios del siglo XVI oscilaba entre 4.19 y 5.5 km (Garza Martínez, 2012 : 197), hecho que resulta imposible dado que incluso igualaría la altitud del Cofre de Perote (4 282 m.s.n.m.) y el Pico de Orizaba (5 636 m.s.n.m.).


Asimismo, describe la abundancia en aquel puerto de “parras de uva” y “árboles con miel”. Sin embargo, la vid de la uva era ajena al continente americano en aquel entonces, de manera que su mención constituye un ejemplo de cómo los primeros historiadores empleaban referentes europeos para describir, como en este caso, algún fruto nativo semejante a las uvas (Gerbi, 1978 : 18-19). Sobre la miel, esta era un producto muy bien conocido por las sociedades mesoamericanas, tiempo después Muñoz Camargo (1584) hubo de mencionar que la miel era de un valor estimable en Tlaxcala antes de la conquista (Muñoz Camargo, 1984). El siguiente pueblo que visitaron lo registró como “Texuán”, grafía sumamente deformada de Teoixhuacan según ya revisamos.


La última crónica a revisar, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España merece nuestra especial atención en razón de la calidad participante de su autor, Bernal Díaz del Castillo. Concluida en 1568 y póstumamente publicada en 1632 (Francesca Leonetti, 2013: 538-540). En ella encontramos un pasaje de notable singularidad respecto a los autores que le antecedieron (Díaz del Castillo, 1992: 102), donde en primera instancia difiere con el tiempo de un día que les tomó llegar a “Socochima”, deformación de Xicochimalco, desde Zempoala. No obstante, por experiencia personal Torquemada (1615) refutó y declaró imposible aquel recorrido (Torquemada, 1975: 101), del cual se informó por medio de la Década segunda de la Historia general de los hechos castellanos en las islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales, escrita por el Cronista Mayor de Indias, Antonio de Herrera y Tordesillas (1601); quien para el correspondiente fragmento retomó indistintamente a Díaz del Castillo y a Cervantes de Salazar (Herrera y Tordesillas, 1945: 134) mucho tiempo antes de que ambos fueran publicados.


Asimismo, proporciona información de otros procederes de los conquistadores en aquel lugar, empezando por el trabajo conjunto de doña Marina y Gerónimo de Aguilar para la divulgación en Xalapa y Xicochimalco del mensaje cristiano, su vasallaje al emperador Don Carlos, y la abolición de los sacrificios y “robos”; última instancia con la que tal vez se referían al obligado tributo rendido a Tenochtitlan. Muy a pesar que en las siguientes líneas Bernal Díaz manifestase la amistad de aquella población con Zempoala y que por ello no tributaban a Moctezuma.


Sin embargo, una revisión a los antecedentes etnohistóricos y arqueológicos de Xicochimalco en realidad apuntan a una importante presencia de la Triple Alianza en la región (Salazar Beltrán, 2016: 50-55), por lo que nos vemos reticentes a considerar la exactitud de lo registrado por Bernal Díaz. Bajo una perspectiva mediadora, sugerimos que la ambigüedad expresada por Cortés y Bernal sobre si Xicochimalco se encontraba sujeta o no a Moctezuma, obedece a la inestabilidad ocasionada por la presencia y procederes de la expedición hispana en los territorios controlados por la Triple Alianza, donde debió ser frecuente hallar opiniones encontradas respecto a en qué bando situarse.


Un último dato de relevancia que aporta la crónica de Bernal Díaz son aquellas cruces colocadas en cada pueblo visitado hasta ese punto, mismo acto en compañía de una explicación a los nativos de su significado, así como una amonestación para su cuidado y reverencia. La manera en que refirió a la población de Teoixhuacan fue con la grafía de “Texutla”. Respecto a la descripción de Xicochimalco, solamente lo describe como “bien fuerte y mala entrada” (Díaz del Castillo, 1992: 102).


Comentarios finales


No hay duda del por qué las crónicas de la conquista han desempeñado un preponderante protagonismo para conocer el pasado prehispánico de Xico, Veracruz, hecho reflejado en la muy difundida imagen de la fortaleza prehispánica de Xicochimalco visitada por Hernán Cortés hace aproximadamente 500 años, actualmente identificada en el sitio arqueológico de Xico Viejo (Salazar Beltrán, 2016: 73-76). Sin embargo, a la luz de un riguroso análisis, en ningún momento se menciona que el asentamiento se ubicaba en la cima de una elevación, como hasta ahora las investigaciones han propuesto del cerro Yoticpac, sino en las partes bajas de una accidentada montaña. En todo caso, los registros históricos más bien patentan que lo fortificado era el muy estrecho acceso, el cual proponemos identificar con el tramo del viejo camino empedrado de Xico a Xico Viejo que atraviesa al norte del cerro La Liberata o de Las Cruces ubicado al sureste de Xico Viejo; donde los mismos vecinos recuerdan peligroso subir en montura antes de la construcción del actual camino vehicular, y en el que el investigador Walter Fewkes debió bajar de su caballo durante sus exploraciones arqueológicas en 1905 (Walter Fewkes, 1907: 246). Si además hubo alguna otra modificación con propósitos estratégico defensivos, ello es algo que sólo una investigación arqueológica podría dilucidar posteriormente.


Figura 2. Vista de noroeste a sureste desde la carretera Xico Viejo-Coatitilan de Xico Viejo y el cerro La Liberata, al fondo Xico y el cerro Acamalin.

El recorrido propuesto implica ascender la cañada al noreste del cerro La Liberata, franquear al norte a través de un paso escarbado e igualmente adoquinado, y posteriormente descender por su lado noroeste; punto en el que la altura es suficiente para permitirnos apreciar con plenitud la zona relativamente llana sobre la que se dispone la actual comunidad de Xico Viejo, justo en las faldas de aquella sierra agra colmada de peñascos que es el Cofre de Perote al fondo. Quizá de manera muy semejante a lo contemplado por Cortés en 1519.



Figura 3. Vista sureste a noroeste de Xico Viejo y el cerro Yoticpac, al fondo el Cofre de Perote.




[1] El presente artículo es una síntesis enriquecida de un fragmento del capítulo dedicado al análisis de los antecedentes históricos en la investigación: Xicochimalco fortaleza o centro ceremonial, misma que presenté en la modalidad de tesis para obtener la licenciatura en arqueología por parte de la Universidad Veracruzana.


[2] Cada uno de ellos son consultables por medio del “Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española” en: Real Academia Española, http://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1992/nuevo-tesoro-lexicografico (Fecha de consulta: 03 de abril del 2018).


 

Referencias


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