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  • Martín Iraizos

Fenomenología de los parásitos estomacales, seguido de Porqué debemos arrollar a los ciclistas

Fenomenología de los Parásitos Estomacales

Cierto instinto maternal al mirar bajo mientras se van las heces de uno por el retrete. Recriminaría el tono ecologista en el apartado de mierda en la razón cínica pero emerge una máxima, “La separación de nuestra conciencia de la propia mierda es el más profundo adiestramiento que nos dice lo que debe suceder oculta y privadamente” (Sloterdijk, 2007: 242). Finalizando con la idea aún no negativa que tienen los niños sobre los excrementos, con cierta realidad podemos abrazar todo esto. Incluso el filósofo Húngaro Bartos Csaba,[1] a diferencia de Sloterdijk, lleva lo anterior a una dimensión performativa consumiendo mierda en público al criticar al hábito del desperdicio en la cultura nuestra. Ambos concuerdan en llevar a Diógenes el cínico en el estandarte de un ecologista vanguardista. La fecalidad ha sido objeto destructor de ideales como lo haría Swift en The Lady Dressing Room, y Estrephon and Chloe, nadie lo ha pedido pero el recuento del primero es un voyeur en la ventana de una dama –Celia-, en tanto ella comienza a defecar a nuestro mirón, a quien no le queda nada sino clamar: “Oh Celia Shits!”. Una bajeza sobre coprofagia se entiende en las siguientes líneas del poema. Estrephon y Chloe son recién casados en la noche nupcial, mientras en sabanas les da por liberar la vejiga y gases, esto por reprimirse entre sí el velo de humanidad que representan los fluidos. En ambas obras, yo no estaría del todo filiado, la opinión compartida es un derrocamiento de las expectativas de belleza o desmitificación del cuerpo algo entre la pintura de Schiele y la Venus de mierda con esa sazón a sátira, simpleza, y verán llegará el día en que defecar sea visto con la naturalidad del estornudo teniendo que reformular por cual orificio se origina lo bello, rescribiendo la intimidad, ese muro a veces separador de fetiches, por ejemplo jamás he oído de excitación a causa de estornudos en cambio lo fecal lleva un linaje que recorre desde su ingesta, la mera admiración del acto de defecar, baños en este. Seré gozosamente explícito, existen prácticas donde -a modo de receta culinaria-, la gente defeca en un condón, congela, para luego insertarlo igual que un dildo, en otras prácticas, en la pareja se defeca entre sus labios –vaginales- para usarle de lubricante… Hay actos peores que el genocidio, según la anterior hipérbole son aquellos con la fascinación por regar los fluidos gástricos de un recién difunto encima de uno, los coloquiales de lo anterior son, en orden de aparición; Frosted Jim, Alabama Hot Pocket y Munging, seguro con creatividad aunado a libido otras peripecias habrán de inventarse, por negligencia en la indagación mía no he tratado de escribir una práctica como las anteriores ya que la imaginación fecal es un don, pero una vez más creería resuelto lo anterior cuando el paradigma de lo íntimo de las heces sea resuelto con la burda idea de tabú, habrían de absolverse como meros deslices culturales, podríamos describir nosotros con la dicha del antropólogo o la ficción del escritor sobre alguna tribu donde esas fetichizaciones sean parte del coloquio, tanto común como saludarse de mano, pero tuvieran en mala estima mostrar el cuello y lo relacionado a él, por ahí existen los Manchus donde la felación por parte de las madres a los hijos es entendida como un beso en la frente. Otro apremio a la mierda nos viene de la “Política del Ano”, Hocquenghem tiene un texto inaugural que tiene por nombre, El deseo homosexual, relevante tanto para la teoría Queer como para los lectores de Deleuze ya que en este se trazan los lazos entre sexualidad y capitalismo, Preciado en su lectura del deseo¸ concluye con la nueva idealización del cuerpo sobre todo en los círculos LGBT con la llegada de la analidad tomando por palestra la vulnerabilidad entre sus paralelismos con la militancia, con cierta vigencia podríamos decir que la vulnerabilidad y violencia son los credos aún irrenunciables de muchas de las políticas actuales, el ano parece una herramienta de liberación social cuando se les lee a los dos, las misivas parasitarias no terminan aquí. La tesis en el parasito de Serres se sigue apropósito de que estos no viven con, sino en y de este, o para Bartos, Paraziták, élősködők mindig is voltak, és mindig is lesznek![2] (Bartos C, 2003: 23) ello le sirve de analogía para una noción intersubjetiva de sobras sociales, dicho de otro modo, uno come cerdo pero no vivimos en este, el parasito según Serres es aquel invocado en cualquier comida, aperitivo o cena, él sí, vive en nosotros, basta alejar la metafórica a huésped y nos viene sonado ya el trasfondo de responsabilidad de convivencia del texto. La feliz moraleja del rodeo dado hasta ahora sería los horizontes anti-ideologizantes, recriminatorios en lo que concierne a la moral ecologista, reveladores de nuevas lecturas del cuerpo, fetichistas, y organizadoras social de la mierda, una breve profecía, actualmente se fábrica un alimento a base de heces, sus productores prometen es casi tan nutritivo como el pato, uno puede empezar a imaginarse las implicaciones que tendría cambiar nuestra dietética a un platillo de ese estilo sin con ello sentirse como en una escena de Pasolini, o Tsutsui, la profecía sería inaugurar el mito de las heces, venderlo con portadas de mujeres hermosas u hombres fornidos aludiendo a las vacas sanas pastando en el verde en las etiquetas de la leche, aquellos veganos tienen más que reproducido los ascos de la canasta básica la proclama actual es lo contrario en el ámbito de la repulsión. La Copropoesía de Artaud nos dará el punto final, lo siguiente es un extracto de Para Terminar con el Juicio de Dios, donde puedo jurar se da el resumen de la fenomenología parasitaria.

La Recherche de la Fecalité

« Là où ça sent la merde ça sent l’être. L’homme aurait très bien pu ne pas chier, ne pas ouvrir la poche anale, mais il a choisi de chier comme il aurait choisi de vivre au lieu de consentir à vivre mort. […] Dieu est-il un être? S’il en est un c’est de la merde. S’il n’en est pas un il n’est pas. Or il n’est pas, mais comme le vide qui avance avec toutes ses formes dont la représentation la plus parfaite est la marche d’un groupe incalculable de morpions. »[3] (Artaud A, 2004 : 1644)


Con la expectativa que ningún lector quedará con la emoción de leer sobre los diarios de diarrea o el humor el escatológico en Mozart así como tampoco a los parecidos entre la lectura de la fortuna a través de las heces [escatomancía] con la economía eslovena, o lo obsceno de las fantasías fecales de James Joyce.


INTERMEZZO


Pareciera difuso el hilo conductor entre los dos títulos aquí presentes, esto claro, si hemos abandonado el proyecto de la estética de lo obsceno (enfrentada a la suciedad), el recuento de ambos relatos busca poner en el mapa una vez más, la aproximación social por medio de la decadencia, una tarea por encima de todo ociosa para el optimismo político cuando lo aquí evidenciado es la politización estética, bastaría con una breve relectura de los primeros manifiestos futuristas, donde, nos libran de aquel impasse ocularocentrista retomando los motivos de la nariz, los explosivos, y el tacto, una fallida empresa suya, fue el derrocamiento de la tiranía de la pasta en pos del arroz, ahí se encuentra el germen, los primeros motivos de lo que hoy en día se no muestra como un antagonista de la época y quizá su última salvación, el aceleracionismo, tal recapitulación dietética es una fuente tan sugestiva como lo muestra Noys, Onfray, y Lotman para un sondeo material-cultural del mundo, si el agrado es por un prado menos teórico habríamos de revisar la escritura de Ponge o Ballard como indicios de ocaso y silencio, pero para las absurdas letras aquí presentes, no se busca otra cosa que ser evocativo o apropiado en un grado literal de los motivos ya olvidados de lo social.


Porqué debemos arrollar a los ciclistas.

„Ein Mensch, der stiehlt, würde [demnach] für jede poetische Darstellung von ernsthaftem Inhalt ein höchst ver werfliches objekt seyn. Wird aber dieser Mensch zugleich Mörder, also ist er moralisch noch viel verwerflicher, aber ästhetisch wird er wieder ein einen grad brauchbarer“[4] (Schiller F. 1838: 322).

Una perversión por ponerlo de algún modo, un fragmento de la filosofía en Schiller trata de lidiar entre lo moral y lo estético, la libertad, el impulso, y la necesidad, en breve exposición, el impulso resultaría propio de lo que es el hombre la realización placentera mientras que en la libertad encontramos autodeterminación teñida con el matiz de la racionalidad, los impulsos implicarían el actuar como mero dispositivo de placer, el ser hombre, ser libre es la rienda a ese desenfreno, pero existe un momento donde la satisfacción de las necesidades resulta un ejercicio de la libertad, arremetemos sobre el alma bella, una educación estética del hombre.


« N'attendons pas de l’éducation culturelle et esthétique un bouleversement du monde et encore moins une quelconque régénération de l’homme. [5]» (Lipovetsky, G., & Serroy, J. 2013: 435)


Aquí tendríamos de menos dos desembocaduras que me gustaría verter: la revisión disoluta de todo carácter moral en el océano estético, y la perversión que esto conllevaría. Los frutos de Sade en materia de conceptos nos da el isolismo, una visión fatídica del mundo. El límite de la corporeidad permite un abismo entre el resto de las cosas, quedamos desgarrados entre nuestra ceguera, e incomunicación, puesto que “¿cuándo he sentido un dolor ajeno sin hacerlo mío?”, es desde luego una variación del solipsismo donde un paseo en soledad es lo que depara el destino.


La verdad del ser es la expansión de esta aislación, Saint-Fond replica a Juliette, Tous les hommes tendent au despotisme; c’est le premier désir que nous inspire la nature[6] (Sade, M. 1797: 190), un apéndice más citando a Gasset, “El auténtico amor no es sino el intento –inocente quizá– de canjear dos soledades”. Esto haría que cualquier comportamiento con otro sea ignorado, hemos saltado la contienda de lo que es bueno o malo.


Tenemos permiso de ser crueles. Afirmo lo justo no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte, y el más fuerte será quien no quede doblegado bajo el sufrir isolado. La salida sería disfrutar de esa penuria, cualquier intento de subversión probablemente no deshaga esa pugna, da cierta sensación que Sade no solo supone isolismos sino también mediación entre ellos. Sin embargo podemos conservar un estadio de donde todo es placentero, dado ello resolvemos el que existan dominados y dominantes o cuales binomios se quiera.


Alguien debe sufrir según esto, no, no es necesario es cuestión de estilos el saber si por regla, cada sufrimiento es el placer de alguien, o si no hay placer en este sufrir, y todas la variaciones concebibles, la idea general siguiendo a Schiller es, ¿dado que lo estético –tomado en el sentido de pura apariencia– no penetra en lo “Real”, deberíamos descartarlo? La respuesta es una negativa, es justo en el carácter de apariencia lo permisible a la experimentación a la vaga experimentación de lo soñable.


Planteémoslo de este modo, para una historia es un argumento más contundente un genocidio que algún ladrón de supermercados. Con ello no es la aceptación intensiva de la existencia de actos más deplorables que otros sino el sondeo de la consideración de actos deplorables. Si se estima azotar a un animal es peor tanto que azotar a un menor de edad nos señalaría el lugar de la balanza, ahí es donde la gente girará la vista cuando se haga alguna exigencia de justicia, igualdad o el bemol de la época.


¿La exposición de atrocidades es una forma pedagógica de insensibilidad?


¿Lanzar un hombre a las vías, arrollar un ciclista se han alejado de la “realidad” al considerarlos meras piezas del museo global?


Con un nivel de descaro diré, la gente se pregunta por la existencia del mal en este mundo y se toma por insincero a quien interrogue por el bien, ya que la pregunta de “origen” de las cosas a veces tiende a mostrarse en un ¿cómo cambiar las cosas?, encarando esta premisa cuestionar el bien sería sinónimo de disolverlo, buscamos nuevas formas del “mal”, para su reproducción en imágenes.


Un último pliegue, por asomo nos queda ser espectadores del fin del mundo o bien si creemos en la acción política ¿no tendría por motor la sensibilidad humana, objetos no morales sino más próximos a los artísticos?





[1] Sucesor espiritual de Diógenes, mucho de su corpus se encuentra en su blog y diversos vídeos en Youtube.


[2] Los parásitos, siempre han sido y siempre serán.


[3] En Busca de la fecalidad, Donde huele a mierda se percibe el ser. El hombre podría muy bien haberse abstenido de cagar, no abrir el bolsillo anal, pero eligió cagar como elegir vivir en lugar de consentir vivir muerto.[…] ¿Es Dios es un ser?, si hay uno, es mierda. Si no lo hay, no lo es. O no lo es, pero solamente como un vacío que avanza con todas sus figuras, la más perfecta representación, es la marcha de un innumerable número de parásitos púbicos”


[4] Para toda exposición poética de contenido serio, un hombre que roba sería un tema altamente reprobable. Pero si este hombre se convierte además en asesino, aunque moralmente será mucho más reprochable, estéticamente se habrá hecho más provechoso.


[5] No esperemos de la educación cultural y estética una dislocación del mundo y menos aún una regeneración de las personas.


[6] Todos los hombres tendemos al despotismo, es el primer deseo que nos inspira la naturaleza.


 

Referencias

Sloterdijk, P. (2007). Mierda. En Crítica de la razón Cínica. Madrid: Siruela.

Bartos, C. (2003). Jegyzetek egy pusztuló világról. Hungría: Prózák. Swift, J. (1732). The Lady's Dressing Room, Disponible en: https://goo.gl/6Q2NTQ

Serres, M. (1980). Le Parasite. París.: Grasset.

Hocquenghem, G. (2000). Le Désir Homosexuel. París: Fayard.

Artaud, A. (2004), Œuvres. París: Gallimard.

Onfray, M. (1999), Marinetti o el Porexcitado en El Vientre de los Filósofos. Buenos Aires: Perfil Libros.

Schiller, F. (1838). Sämmtltche Werke. Stuttgart: Cotta'sche.

Lipovetsky, G., & Serroy, J. (2013). L’Esthétisation du Monde. París: Gallimard.

Sade M. (1797), Tome VI, La nouvelle Justine, ou les malheurs de la vertu, suivie de L'histoire de Juliette, sa sœur. París: En Hollande

 

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