La configuración del sujeto político latinoamericano en el pensamiento de Ernesto Che Guevara
La base del imperialismo está en América; el imperialismo norteamericano, que es el más fuerte, está en América. América habla español, América nos entiende a nosotros, América nos admira y ve en nosotros la imagen de lo que puede ser el futuro para todos sus pueblos y se prepara para esa victoria.
E. Che Guevara (1963)
Con este texto nos proponemos exponer la concepción del sujeto político latinoamericano en el pensamiento de Ernesto Che Guevara, especialmente en su artículo “El socialismo y el hombre en Cuba”, publicado en 1965, esto es, dos años antes de su muerte.
Consideramos que una revisión de la obra de Guevara es fundamental en un estudio de la historia del pensamiento político iberoamericano, no sólo porque ésta ha tenido un impacto fundamental en múltiples movimientos sociales tanto en América Latina como en otras regiones del mundo; sino también porque esta misma propuesta fue realizada por Guevara a la luz de las condiciones materiales e ideológicas de los países latinoamericanos, por lo que es una suerte de toma de conciencia de las necesidades propias de la región, que también desemboca en una propuesta concreta de configuración política que ha marcado diversos proyectos políticos, siendo el régimen cubano uno de sus ejemplos más destacados. Asimismo, el desmantelamiento en nuestros días de muchos de los frutos de esta propuesta hace aún más apremiante que volvamos a revisarla y a estudiarla, y que nos preguntemos si tiene aún algo que decirnos sobre la región latinoamericana.
Como detallaremos a continuación, el Che plantea que la transformación de la realidad material y social de América Latina, al menos según como él la concebía a mediados del siglo XX, depende de la construcción de un nuevo individuo, que a su vez forme una nueva sociedad; se trata de un proyecto político sostenido en que es posible y necesaria la reconfiguración de lo humano.
El objetivo es construir una nueva etapa de la historia en la que el hombre esté liberado de la enajenación y de la explotación, una sociedad en la que nadie es tratado como una mercancía. Esa sociedad para el Che estaba comenzando en Cuba y debía extenderse a todos los demás países de la América no anglosajona, y después por todo el mundo.
La obra de Guevara, recordemos, a través de los años se va fundamentando de una manera ecléctica en la obra de Marx y de Lenin, es un programa moderno, que concibe un sujeto capaz de autodeterminarse y que puede reconfigurar su situación política. Se trata de postular un nuevo inicio radical tanto para el individuo como la la sociedad.[1]
Ese es el cambio que el propio Che refiere, en un curso organizado por el Ministerio de Salud en 1960, haber realizado en su propia vida cuando debido a la experiencia de los viajes dejó de pensar en ser un investigador o médico famoso para concentrarse en ayudar a la gente (Guevara, 2013: 18). Más adelante comprendió además, que el trabajo de un médico solitario era insuficiente si no había también revolución. Porque es la revolución la que garantiza el garantiza el bienestar social, la que compagina el esfuerzo individual con las necesidad de la sociedad (Guevara, 2013: 19).
Pero cuando la revolución ya ha ocurrido, solo es posible centrar los esfuerzos en el bienestar social, nos dice, cuando se hace un recuento crítico de la propia vida y se permite la aparición en nosotros de un nuevo ser humano (2013: 19); que es justamente lo que se está creando en Cuba. En su artículo de 1965 nos dice: “para construir el comunismo […], hay que hacer al hombre nuevo” (Guevara, 2013: 7). Esto significa para el Che que la sociedad tiene la tarea de estar compitiendo fuertemente con el pasado, tanto en la conciencia del individuo “en la que pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo” (Guevara, 2013: 6), como a la persistencia de relaciones mercantiles entre la sociedad. Las relaciones mercantiles no pueden permitirse, nos dice, porque son la célula de la sociedad capitalista, que involucra no sólo la producción sino la conciencia de los que pertenecen a dicha sociedad.
Pero no se trata de abolir a los individuos, sino de hacer claro que es tan importante el papel que el individuo juega en la revolución, que debe asegurarse que los individuos tengan la posibilidad de liberarse del sistema de competencias y de estímulos materiales egoístas en que nos ha adoctrinado el capitalismo. En el socialismo, explica en 1965, el individuo posee una estrecha relación dialéctica con la masa, en donde ambos se interrelacionan (Guevara, 2013: 5). Se escapa así del control que se ejerce en la sociedad capitalista sobre el individuo, a través de la ley del valor, que moldea el camino y el destino de los hombres, y le muestra apariencias. En el capitalismo, escribe Guevara (2013: 7):
Las leyes del capitalismo, invisibles para el común de las gentes y ciegas, actúan sobre el individuo sin que éste se percate. Sólo ve en la amplitud de un horizonte que aparece infinito. Así lo presenta la propaganda capitalista que pretende extraer del caso Rockefeller […]. La miseria que es necesario acumular para que surja un ejemplo así y la suma de ruindades que conlleva una fortuna de esa magnitud, no aparecen en el cuadro.
Para evitar el engaño producido en el capitalismo y construir el comunismo, se debe, por tanto, hacer al hombre nuevo, se requiere a un hombre que no caiga seducido ante los bienes materiales, sino ante los estímulos morales. Si bien los estímulos materiales deben admitirse en una primera etapa de transformación como un mal necesario, se debe implementar un nuevo instrumento de movilización de las masas. Los objetivos morales deben ser ese motor de movimiento, y para ello debe hacerse que “la sociedad en su conjunto sea una gigantesca escuela”(Guevara, 2013: 7).
Así, como en el capitalismo, la masa presiona, educa a los individuos, pero en vez de ofrecerles el consuelo de la vida en otros mundos, o la esperanza de que con su esfuerzo podrán alcanzar el éxito individual; la sociedad revolucionaria educa para el bienestar común, su enseñanza es convincente porque es verídica y no miente como en la propaganda capitalista (Guevara, 2013: 8).
De esta manera, piensa Guevara (2013: 9) que en el seno de la sociedad se produce el nacimiento del hombre nuevo. Hombres y mujeres que toman conciencia que son ellos mismos el motor de la sociedad. Dentro de los hombres nuevos, Guevara (2013: 9) señala paradójicamente que hay algunos que están ideológicamente más avanzados que la masa, y deben ser por tanto los dirigentes naturales, o bien, los miembros del partido. Estos individuos más avanzados son capaces de ir en avanzada al sacrificio y producen estímulos que ayudan a los menos conscientes a caminar en pos del bien común. Para ello utilizan una serie de instituciones revolucionarias, que deben funcionar como “el conjunto armónico de canales, escalones, represas, aparatos bien aceitados” (2013: 9) que permitan la marcha de la sociedad nueva. Con esta vanguardia, piensa el Che, se logra la dictadura del proletariado no sólo sobre la clase derrotada, sino también sobre la clase vencedora.
Los dirigentes de la revolución, nos dice el pensador, deben tener una gran dosis de humanidad, de sentido de justicia y verdad para no caer en dogmatismos, en escolasticismos fríos y en el aislamiento de las masas. “Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización” (Guevara, 2013: 15).
La ambición más importante de la revolución que impulsa el comandante cubano es ver al hombre liberado de su enajenación. Guevara (2013: 9) considera que a pesar de su aparente estandarización el hombre en el socialismo es más completo, “su posibilidad de expresarse y hacer sentir en el aparato social es infinitamente mayor” que en el capitalismo. Porque en el socialismo el hombre puede de nuevo reapropiarse de la naturaleza a través del trabajo liberado y voluntario, es además un trabajo que retribuye directamente a la sociedad a la que el individuo pertenece y no es para generar riqueza para un solo empresario. Además la expresión artística se libera de su carga mercantil y se permite el nacimiento de una cultura y arte en el que se expresa lo humano sin la mediación utilitaria que impone el capitalismo. Así lo escribe el pensador en 1965:
El trabajo debe adquirir una condición nueva; la mercancía-hombre cesa de existir ys e instala un sistema que otorga una cuota pro el cumplimiento del deber social. Los medios de producción pertenecen a la sociedad y la máquina es sólo la trinchera donde se cumple el deber. El hombre comienza a liberar su pensamiento del hecho enojoso que suponía la necesidad de satisfacer sus necesidades animales mediante el trabajo. Empieza a verse retratado en su obra y a comprender su magnitud humana a través del objeto creado, del trabajo realizado (Guevara, 2013: 15).
El trabajo libera o esclaviza al sujeto, como ya lo habían visto Marx, Hegel y una serie de pensadores críticos. Para el Che la revolución consiste justamente en darle al trabajo una condición social que se complemente con una técnica libre. Sabe, sin embargo, que en el socialismo todavía no se llega a la completa desaparición de la coerción que se vive en el comunismo y que al trabajador todavía debe presionarse moralmente a través de la sociedad (Guevara, 2013: 11).
Son dos los pilares que construyen la nueva realidad política cubana y latinoamericana: el hombre nuevo y la técnica (Guevara, 2013: 11). Su desarrollo sin embargo, requiere de tiempo porque las variaciones de la historia son lentas y no rítmicas, el hombre nuevo no se produce automáticamente, como tampoco se produce automáticamente una nueva economía. Además Guevara critica que dentro del propio marxismo se había caído en una suerte de escolasticismo que había frenado el desarrollo de la filosofía marxista. El propio Che había sido acusado de ser un marxista heterodoxo por recuperar las ideas de Lenin y de Trotsky. También el Che criticará en 1963 (“Sobre la construcción del partido”), que el papel político de la mujer se ha mantenido tan limitado después de la revolución como en el antiguo régimen. Les pide por eso a los trabajadores de la textilera Ariguinabo que incluyan a las mujeres (también que ellas mismas se incluyan) en el trabajo activo de la construcción del socialismo en el partido.
Volviendo al texto de 1965, el Che reconoce que el socialismo latinoamericano es joven y tiene errores: “los revolucionarios carecemos, muchas veces, de los conocimientos y de la audacia intelectual necesarios para encarar la tarea del desarrollo del hombre nuevo por métodos distintos a los convencionales, y los métodos convencionales sufren de la influencia de la sociedad que los creó” (Guevara, 2013: 12). Y más adelante: “[…] la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios. Podemos intentar injertar al olmo para que dé peras, pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original” (Guevara, 2013: 14).
El futuro por eso está en las generaciones más jóvenes que se educan en una nueva realidad, libre de la ideología capitalista que todavía deja huella en quien no ha nacido en el socialismo. Por eso el comandante considera que una de las tareas fundamentales es la educación del pueblo. De ese pueblo nacerá el hombre del siglo XXI, el cual cree que es la aportación cubana al marxismo-leninismo y a la humanidad (Guevara, 2013: 13). El pueblo nuevo está conformado por hombres nuevos que se desea que alcanza el nivel de vanguardia, que en principio solo han alcanzado los miembros del partido, eso implica que todos estén educados en el comunismo, y estar educados en el comunismo es estar educados para trabajar bajo otras circunstancias y propósitos.
El trabajo es importante, nos dice Guevara en 1960, porque el socialismo no es una utopía ni una sociedad de beneficencia sino que es un régimen que se construye históricamente y en el que la producción no se mueve por un interés mercantil o utilitario sino en la planificación de una producción y distribución equitativa de las riquezas de la sociedad (2013: 13); lo que a su vez permite el desarrollo pleno del hombre, que antes trabajaba para el beneficio de otros. Entonces no importará, nos dice el pensador, “de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas veces por año pueda ir alguien a pasearse en la playa, ni de cuántas bellezas que vienen del exterior puedan comprarse con los salarios actuales. Se trata, precisamente de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y mucha más responsabilidad” (Guevara, 2013: 15).
Cuba es el país latinoamericano, nos dice Guevara (2013: 15), que está caminando hacia ese objetivo: “es la vanguardia de América y debe hacer sacrificios porque ocupa un lugar de avanzada, porque indica a las masas de América Latina el camino de la libertad plena”.
Es un camino también profundamente internacionalista, pues el Che advierte en 1960 que:
Estamos en el final de una era, y no aquí en Cuba. Por más que se diga lo contrario, y que algunos esperanzados lo piensen, las formas del capitalismo que hemos conocido, y en las cuales nos hemos criado, y bajo las cuales hemos sufrido, están siendo derrotadas en todo el mundo.
Los monopolios están en derrota; la ciencia colectiva se anota, día a día, nuevos y más importantes triunfos. Y nosotros hemos tenido en América, el orgullo y el sacrificado deber de ser la vanguardia de un movimiento de liberación que se ha iniciado hace tiempo en los otros continentes sometidos de Asia y África (Guevara, 2013: 21).
Conclusiones
Después de su muerte en 1967 en las montañas de Bolivia, el rostro del Che se convirtió en estandarte de las luchas sociales en todos los continentes, su rostro duro y su boina se imprimieron en innumerables camisetas y tazas, calendarios, relojes. Sus ideas no necesariamente corrieron la misma suerte. A la distancia histórica, podemos pensar soberbiamente que el cambio propuesto por el Che debió ser menos radical, y que debió admitir mayor cantidad de variaciones y mediaciones entre el momento previo y el posterior a la revolución. En ela actualidad, además, nos expresamos a partir de un mundo en el que el bloque soviético se derrumbó a favor de un nuevo imperialismo, y en el que la propia Cuba ha comenzado reformas que realizan su transición de su socialismo de partido a algo que, aun sin definirse, apunta a transformarse en una democracia liberal como en el resto del continente.
La soberbia de la mirada histórica no debería hacernos olvidar, sin embargo, que tanto en este continente como en otros, grandes sectores de la población han sufrido despojos y violencia, han sido encadenados al trabajo para el beneficio de unos cuantos. En el siglo XXI se nos presenta ante nosotros un capitalismo que quiere tomar, en ocasiones, un rostro amable, un capitalismo que ha hecho algunas concesiones y nos ha llenado de espejismos e ilusiones para mantenerse vigente. Frente a ese capitalismo lleno de centros comerciales, estrenos cinematográficos irrefrenables e innovación tecnológica continua el proyecto del Che y de otros pensadores marxistas parece para muchos demasiado duro, demasiado carente de luces led y pantallas táctiles.
Y sin embargo aquel proyecto que agrupó las esperanzas y las acciones de las juventudes latinoamericanas y que se concretó en diferentes proyectos alrededor del mundo, nos mira desde la historia y nos emplaza a preguntarnos realmente cuánto y qué necesitamos, y a qué precio. En América Latina la mayoría de los países se han decantado por economías liberales que permiten las bondades comerciales del capitalismo, pero que al mismo tiempo permiten el outsourcing y la máquila, el despojo de los recursos naturales de las comunidades y la privatización y contaminación del agua. El bienestar común está de nuevo en entredicho, subordinado al comercio y al libre mercado. Es ahí donde la crítica del Che tiene vigencia. Más allá discutir la viabilidad contemporánea de la revolución, ahora que también conocemos los errores graves que los procesos sociales puede conllevar, lo que el pensamiento del Che nos ofrece es un punto de comparación entre las necesidades políticas de Latinoamérica en un momento de su historia y nuestra realidad actual. Abrir y no cerrar los ojos, traspasar las marquesinas y los espectaculares.
No nos debe sorprender si al final descubrimos que en muchos casos la realidad no ha sido distinta en las supuestas democracias, y que incluso mayores problemas se vuelcan sobre nosotros. Entonces tal vez no nos parezca tan lejano este guerrillero argentino-cubano, y nos invite a replantear, de acuerdo a nuestro tiempo, cómo debe configurarse el sujeto político latinoamericano y cuál es el ambiente propicio para la plenitud de los hombres y mujeres que habitamos esta región del mundo.
[1] Lo que diferencia al Che de programas políticos posteriores en Latinoamérica que se basan en la realidad indígena, lanzando la mirada a una tradición anclada en el pasado y que tiene que reactualizarse.
Referencias y obras consultadas
Feinmann, José Pablo (2013). El Che Guevara: un ícono de la lucha contra el imperialismo. Televisión Encuentro. Consultado en: https://goo.gl/UHhGEP
Guevara, Ernesto (2013). El socialismo y el hombre nuevo. México: Siglo XXI Editores.
Guevara, Ernesto (1964). Discurso en las Naciones Unidas de Ernesto Guevara en 1964. YouTube. Consultado en: https://goo.gl/gmIyGe
(2015). Che Guevara. Su paso por la Ciudad de México. Vértigo Político. Consultado en: https://goo.gl/3kcdPF
Lowry, Michael (1989). El pensamiento de Che Guevara. México: Siglo XXI Editores.